sábado, 28 de diciembre de 2019

Vigía. Meditaciones de Pascua: el odio como doctrina


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
El marxismo-leninismo y su versión tropical castro-chavista es el verdadero opio de los jóvenes latinoamericanos, su peor narcótico. Los enajena profundamente desde temprana edad, inducidos tradicionalmente por agentes ya enviciados que, como jíbaros, reclutan más imbéciles para su usufructo. Simple, unívoco, explicativo de toda complejidad humana con argumentos plausibles, seduce con la rebelión propia de la juventud, contra lo que dificulta o impide realizar sueños, anhelos o deseos. El gran responsable de todo mal humano es el neoliberalismo capitalista que justifica odio y violencia, enseñados, aplicados y aprobados por mente capti (mente cautivos, mentecatos), cabecillas aferrados a la bomba, el fusil y el machete.

Petro es un lamentable ejemplo viviente y actuante de esa añeja, estéril y dañina doctrina. En una reciente entrevista, sigue delirando con lo mismo que acariciaron los asesinos de las FARC durante más de 50 años: una multitud aclamándolos victoriosos. Vagas y falsas ilusiones. Los de las curules regaladas, dan vergüenza a la gran mayoría de los colombianos y los armados siguen secuestrando, asesinando y extorsionando con las mismas banderas sesenteras, pero congregados alrededor del sucio beneficio capitalista del narcotráfico.

Petro ve unas élites que, a menos que se avengan a “una democratización de Colombia, por las buenas”, recurrirán al “accionar de las ametralladoras, que es lo que están haciendo ahora”. Es un hilo de violencia entreverada que aprendió desde muy joven en el monte, tutorado por verdugos farianos, en el vil asesinato de José Raquel Mercado y en la masacre del Palacio de Justicia. “Sociedad que no se mueve, es una sociedad muerta” anuncia doctoral, pero no aclara que sociedad que se mueve en dirección al socialismo del siglo 21, del cual es el connotado vocero y promotor, es sociedad que va al despeñadero.

Preocupa pensar que los jóvenes que asumirán el mando del país, en vez de aplicarse al conocimiento y al desarrollo del sentido crítico, anden detrás de la imbecilidad de un violento que se erige vocero entre “la base misma de la sociedad” y “el rey”, entretanto recibe bolsadas de dinero como cualquier vulgar bandido. La paz, la solidaridad de los pueblos, el internacionalismo y toda esa habladuría, solo sirven para encubrir ambiciones de poder totalitario y delincuencial, que se disfraza de alternativa en alianza atractiva con sectores “progres” empeñados en temas de moda y anti todo lo que signifique institucionalidad. Esas minorías envenenadas pueden acabar con un país. Miren a Venezuela.