José Leonardo Rincón, S. J.*
Me da entre risa y cierta rabiecita cuando los informadores de los
medios dicen que los directivos del partido político equis se fueron a no sé
dónde a retiros espirituales. ¿Qué entenderán ellos por retiros espirituales?,
¿alejarse de la ciudad para organizar sus cuadros y actos de campaña? Tal vez
en ese sentido sean “retiro”, pero yo no creo que de “espirituales” tengan
nada.
En contraste, les cuento que yo sí estuve de retiros esta semana, más exactamente
Ejercicios Espirituales, que no duran tres días como aquellos, sino ocho días
completos. Esta fue una experiencia que a partir de lo que él mismo vivió, fue
concebida por Ignacio de Loyola en la primera mitad del siglo XVI y hoy día se
sigue realizando en todo el mundo, logrando transformaciones personales y
también sociales, realmente excepcionales.
Dice Ignacio que ha de entenderse esta experiencia análogamente a como
se entienden los ejercicios físicos de caminar, trotar, mover las extremidades
corporales, etc. En este caso se trata de reflexionar, meditar, orar,
contemplar, pero ejercitando el espíritu, es decir, haciéndolo mover para
sacarlo del lamentable estado de quietud y marasmo al que lo sometemos
ordinariamente.
Cuenta, además, que su objetivo es, ni más ni menos que: ordenar la vida.
Sólo eso. ¡No es poco! Nuestra vida anda agitada, atafagada, atosigada también
de mil y un problemas. Nos hemos dejado atrapar por la inmediatez de un mundo
que corre vertiginosamente, casi que locamente, donde en realidad no hay tiempo
para vivir. Hay que cumplir horarios y metas, hay que mostrar resultados, no se
puede parar porque la competencia puede tomarnos ventaja. Si hay que trabajar
horas extras no importa. Si hay que sacrificar las vacaciones, qué pena con la
familia, pero el negocio no da espera. Importan las cifras tangibles, las
utilidades en los estados financieros, las curvas ascendentes.
Así las cosas, en tan monstruosa maquinaria de productividad, las
personas son piezas de la misma y sirven en tanto sean útiles, en tanto
muestren resultados. Que ¿están enfermas o sufriendo por alguna tragedia
personal o familiar?: No importa. Que ¿están estresadas, neurotizadas y al
borde de un sourmenage?: eso es problema de ellas. Entonces, en medio de ese
caótico panorama, ¿alguien tendría tiempo para sí mismo? La verdad, no. Es un
lujo imposible. Luego lograr sacar estos días para hacerlo, después de muchos
años de no hacerlo, ha sido la mejor decisión que he tomado en mucho tiempo. Necesitaba
darme este regalo.
La idea era volver a las fuentes, a aquello que dio origen a la Compañía
de Jesús y que nos moldeó como jesuitas. También uno va desordenando su vida y
era necesario hacer un PARE, un alto necesario para evaluar, para examinar cómo
estamos. Así como los carros deben hacerse chequeos de mantenimiento cada cinco
mil kilómetros y así como se nos recomiendan chequeos médicos periódicos para
ver el estado de nuestra salud, era apenas necesario entonces entrar en el
taller espiritual a ver cómo andamos de ánimo y de ánima para dejarse
sorprender por la Gracia. El diagnóstico
indaga sobre la brújula: ¿está marcando claramente el norte y el sentido?, ¿la
escala de valores cómo anda?, la libertad ante las cosas, ¿está en orden? ¿Vamos
en la senda correcta de la felicidad?, Jesucristo ¿está en el centro como
referente?, y la comunidad local y eclesial, ¿qué tal, funcionando bien? No son
todas las preguntas, son esas y muchísimas más. No es examen para descalificar
o premiar, es radiografía honesta para saber cómo andamos, qué debe ajustarse,
qué debe ordenarse.
La idea es salir renovado. Es una experiencia de encuentro consigo mismo
y con Dios. Y como todo encuentro, es transformador, es renovador. La idea es
seguir creciendo como ser humano, hacerse fuerte para sortear tantos retos y
dificultades, ganar en sabiduría que no solo en conocimientos y datos. Los
beneficiarios finales de esta inmersión serán: uno mismo por supuesto, pero
también quienes están alrededor nuestro. La idea es que este tipo de
experiencias no sea un lujo de unos cuantos iniciados, sino un regalo que toda
persona alguna vez se dé en su vida, pues la vida es única, irrepetible,
irreversible. Solo se vive una vez y la cuestión es vivir la vida feliz y de la
mejor manera, en un contexto donde se ha ido perdiendo la razón y el sentido de
la propia existencia.