Por Antonio Montoya H.*
Frase pronunciada por
Cicerón, que hace parte de los cuatro discursos pronunciados por este en Roma, en
el año 63 a.c., después de ser descubierta una conspiración encabezada por
Catilina, que buscaba dar un golpe de Estado y matar a Cicerón. Allí, en el
seno del Senado Romano, pronunció, hace un poco más de dos mil años, la famosa frase
“¿hasta cuándo abusarás, Catilina, de
nuestra paciencia?
Esta sentencia tiene importante
significado en la actualidad, por cuanto no es solo un personaje el que nos
lleva a recordar esas palabras, sino la institucionalidad, la justicia y la
misma democracia.
Los hechos recientes ocurridos en Medellín, en
el que nuevamente ciudadanos tienen que abandonar corriendo sus hogares por
causa de serios problemas técnicos en el edificio que habitan, que además de
poner en riesgo la vida de ellos, afectan a toda una comunidad alrededor, por las
consecuencias que conlleva convivir con un edificio que si se derrumba afecta
bienes y personas a varias cuadras a la redonda.
Hasta cuándo los gobiernos nacionales y
municipales permitirán que los constructores, los diseñadores, los geólogos,
los calculistas burlen los derechos de los usuarios que invierten todo su
ahorro, se endeudan con los bancos por el deseo de ser propietarios, de
asegurar una vivienda que genera tranquilidad y seguridad para el futuro, y
confiados en la honorabilidad de los constructores entregan su dinero, mucho o
poco, para que la familia tenga arraigo y protección.
No es solo un edificio, son muchos; pasan de
veinte los que se tienen que desalojar, o repotenciar y volverlos a habitar en
unos casos. En otros colapsan y se pierden vidas, bienes y se genera un caos
económico. Quien pone la cara obviamente es el Municipio en primera instancia,
pero dónde están los constructores, las compañías aseguradoras, quién protege a
los propietarios que quedan desplazados y arrimados en otras casas, o pagando
arriendo en el mejor de los casos y pocas veces son resarcidos realmente en el
perjuicio que se les acarrea.
No solo es salir huyendo de su hogar, los hijos
tienen muchas veces que abandonar el colegio, se desperdiga la familia, los
bancos cobran la cuota mensual, la tristeza inunda a las víctimas y nadie
responde por su futuro.
No es justo, hasta cuándo los curadores pasarán
incólumes en su responsabilidad por no exigir, velar y verificar el
cumplimiento de normas. Son permisivos y así se ha demostrado en varios casos
que son conocidos; cobran los derechos, pero no exigen cumplimiento de la norma
y al final el que paga los platos rotos es el usuario que adquiere su vivienda
de buena fe y sale esquilmado en sus derechos.
Este es un tema de trascendencia social
importante, los gobernantes deben ser sigilosos y protectores del ciudadano,
desde antes de que la edificación colapse, todas deben cumplir la norma, deben
tener interventoría externa, no la propia, que es como si no existiera, y deben
dar seguridad al ciudadano de que la ley se cumple con todo rigor.
Sin duda alguna la poca credibilidad en la ley
hace que no se cumplan las normas, es un ciclo vicioso, se crean miles de leyes
y ninguna se cumple, generando con ello total desconfianza en la justicia y los
gobernantes, y por ende en el sistema que nos rige.
Seamos exigentes en que se nos den garantías
suficientes de que la ley se cumple, y que los constructores entiendan que
dejar que el azar los proteja no es lo correcto. Ellos deben ser vigilantes y
responsables en el manejo de los dineros de las familias que se los confían, y
si estos no cumplen y se presentan problemas en las obras, que paguen con
cárcel efectiva, que los seguros respondan y que se proteja a la ciudadanía.