domingo, 20 de octubre de 2019

Del miedo a la violencia y de la violencia al miedo


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Colombia no es ajena al fenómeno mundial del miedo y la violencia.

En el Ecuador el presidente, presa del miedo a una hecatombe económica, retiro inconsultamente el subsidio a la gasolina, inmediatamente la violencia generalizada se apoderó del país y obligó al presidente a echar para atrás la medida, por lo menos los ecuatorianos limpiaron las ciudades de los efectos de las violentas revueltas.

En México, el miedo a represalias gringas obligó a la captura del hijo del principal narcotraficante, que seguramente trabaja también en nuestro país; generó tan violentas balaceras, que el presidente se vio obligado a intervenir, para liberarlo y frenar la violencia asesina del inmenso ejército de los narcos.

En Chile el miedo a los efectos económicos del bajo precio de los pasajes en el metro, obligó inconsultamente a subir los tiquetes, generando violentos disturbios que obligaran a bajarlos.

En España, las condenas a los líderes separatistas, generaron violentas protestas, que tienen a Barcelona al borde del caos generalizado con peligrosos brotes de violencia.

En Colombia las protestas, el miedo y la violencia, son pan de cada día. En este último año ya son parte del paisaje, todos los sectores sociales y económicos, tienen que utilizar este medio para ser escuchados, tan es así que hasta los futbolistas están anunciando la medida.

Definitiva y tristemente la protesta violenta y de permanencia, es la única que es escuchada, por eso pienso que la reglamentación de las protestas no saldrá adelante, protesta sin violencia, sin daños, desafortunadamente, como que no sirve.

El miedo y la violencia se tomaron al mundo; a todos nos da miedo hablar sobre los problemas para buscar las soluciones, preferimos la violencia física, moral, material, ideológica, etcétera, como camino más expedito para imponer nuestras ideas, para manifestar nuestras creencias, nuestras preferencias, nuestras necesidades, mejor dicho, el efecto a los fenómenos de la intolerancia, a la falta de inclusión, al egoísmo, a la indiferencia, es el del miedo y la violencia.

Definitivamente la polarización, que no es más que encasillarnos entre los extremos de buenos y malos, de derecha e izquierda, impide un centro que busque equilibrio, acercamiento, diálogo, ceder un poco, que traiga como consecuencia la preponderancia del interés general sobre el particular.

Seamos conscientes de que las soluciones siempre traen problemas, la solución de quitar el subsidio a la gasolina en Ecuador, de subir los pasajes del metro en Chile, de capturar al hijo del narcotraficante en México, de condenar a los separatistas en España, han generado problemas, que ahora implican nuevas soluciones que generarán nuevos problemas. Por eso es necesario que a través de la inclusión se mantenga el diálogo permanente, sincero, franco, que impida el miedo y la violencia. Para lograrlo necesitamos líderes de verdad, que nos brinden confianza, que convoquen, que sean austeros, que digan la verdad, aunque duela, que no ilusionen al pueblo con mentiras, que sean tolerantes, inclusivos, que tengan mucha sensibilidad social, económica y ambiental.

Colombia no es ajena al fenómeno, mejor dicho, es la más polarizada y las consecuencias están a la vista, crece el narcotráfico, la informalidad, la desigualdad, la inseguridad, la corrupción, etcétera.

El próximo 27 de octubre, votemos todos, sin miedo, apuntémosle a poder tener gobernantes transparentes, que acepten los problemas y las soluciones en su verdadera dimensión, que estén convencidos de que vienen a gobernar para todos, no para un partido, movimiento o grupo en particular, que tengan claro que los dineros públicos son sagrados, que su lucha es por el interés general, que se tienen que distinguir por austeros, que su contacto directo con las comunidades debe ser permanente, no solo de campaña, que estén dispuestos al diálogo con todos, sin importar encuestas que son el efecto del poder económico de pocos candidatos, con grandes estructuras generadoras de miedo, que perpetuarán la polarización, que seguirá impidiendo la inclusión en la búsqueda del interés general.

Mejor dicho, nadie sabe para quién trabaja y en Colombia parece que estamos trabajando para el narcotráfico, la informalidad, la inseguridad (social y jurídica), la desigualdad, el interés particular, la polarización.