martes, 15 de octubre de 2019

De cara al porvenir: güeboludos


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Se ha vuelto costumbre que, de manera facilista, cada gobierno de turno haya logrado sacar adelante reformas tributarias para compensar los déficits propios que se presentan cuando se aprueban de manera irresponsable, por parte del ejecutivo y del legislativo, presupuestos no balanceados, como es el caso consuetudinario en Colombia.

De igual manera nos cobran una de las tarifas de combustibles más altas del planeta, a pesar de que somos autosuficientes en la producción de hidrocarburos, como una figura alternativa a la de los tributos tradicionales, es decir, nos cobran un impuesto disfrazado.

Paralelamente, ante la crisis financiera producto de factores internacionales o de la inoperancia de la Superintendencia respectiva, se les ocurre hacer aprobar un impuesto temporal para lanzar un salvavidas a las entidades financieras en dificultades, hace ya casi 20 años, conocido en su momento como el 2 por mil, que después se convirtió en el 3 por mil, hasta llegar hoy al 4 por mil, engañando de manera afrentosa a todos los ciudadanos, ya que lo presentado inicialmente como temporal, se ha convertido en algo definitivo.

Se quejan, y con razón, los empresarios, pues Colombia es uno de los países con mayor cantidad de cargas tributarias, lo cual desmotiva la inversión, afectando la necesaria generación de empleos nuevos.

Las continuas modificaciones al marco tributario también desalientan a los inversionistas por la pérdida de estabilidad tributaria, lo cual es una de las principales condiciones que debe ser garantizada para poder hacer adecuados análisis de riesgos.

Suenan las piedras de algunos ríos en el sentido de que es posible que al gobierno se le ocurra la luminosa idea de presentar un proyecto de ley para generar una estrategia, desde lo tributario, para financiar el tema de la debacle de Electrocaribe y por qué no, los desfalcos de escándalos como el de Odebretch.

¡No nos crean tan pendejos!

En vez de seguir esquilmando el bolsillo de ciudadanos y de empresas, que los gobiernos se pongan a trabajar y saquen jugo a las riquezas propias de nuestro exuberante territorio y se dediquen a combatir y erradicar la corrupción.

Mientras exista este flagelo de la corrupción, que nos está comiendo como un cáncer agresivo, la motivación de los ciudadanos para pagar impuestos es ninguna. ¿Se imagina usted amable lector lo que sucedería si tuviéramos un pueblo que ejerciera una verdadera ciudadanía, y en un acto legítimo de desobediencia civil nos propusiéramos no pagar más impuestos hasta que se vieran resultados contundentes contra la corrupción y se recuperara un alto porcentaje de lo robado?

Antes de siquiera sugerir la creación de más impuestos o figuras asociadas para compensar lo robado por malos colombianos, se debería entonces pensar en términos gerenciales en controlar los gastos inoficiosos, y cerrar todos los órganos de control a todos los niveles, pues sus resultados reales ante el fenómeno creciente de la corrupción son inocuos.

Por ahora, ¡Alerta Cachirí! no nos vamos a dejar meter las manos a la boca. No seamos tan güeboludos.