Por José Alvear Sanín*
Nada hay más “políticamente incorrecto”, en
estos tiempos de neocatarismo, que la defensa de la vida humana, sea
intrauterina, sea la de los ancianos que entran, en tantos países, a hospitales
convertidos en antesala de la funeraria, donde se les niegan los tratamientos
requeridos, porque su vida ya es improductiva. No olvidemos que tanto madame
Lagarde como el primer ministro japonés, algo dijeron sobre la inutilidad de
estas existencias.
La monumental y proficua industria de la muerte
también está globalizada.
No es solo la eutanasia demandada por pacientes
conscientes, sino también la ordenada por parientes afanosos, por enfermeros y
médicos “piadosos” o por jueces entrometidos. No olvidemos tampoco la celeridad
con que se decreta la “muerte cerebral”, para poder extraer órganos
urgentemente requeridos en quirófanos cercanos para trasplantes en pacientes
ricos…
El aborto, convertido por cortes macabras en
derecho superior a los demás, y protegido por legisladores indignos hasta
extremos tan aterradores como la creación del délit d´entrave a l´avortement, por parte del Parlamento francés,
el 15 de febrero de 2017. Esta inusitada figura castiga con dos años de prisión
y 30.000 euros de multa los sitios de “desinformación” que traten de “disuadir”
a las mujeres que buscan información sobre esa manera de eliminar la vida, en
un pobre continente donde hay más abortos que alumbramientos, condenado al
envejecimiento y a la miseria en el futuro cercano…, para no hablar de la China
del segundo hijo prohibido, y del Japón, que agoniza.
Esta ley francesa, como tantas otras en Europa,
Canadá, varios Estados norteamericanos y Gran Bretaña, sumada a las incontables
contra la “homofobia y los delitos de odio”, impide la enseñanza religiosa,
sustituida hoy por la ideología de género, que desde la más tierna infancia
prepara para la banalización del aborto cuando llega la febril adolescencia.
En muchos países, los médicos que se niegan a
practicar abortos pueden ser destituidos y hasta encarcelados, así como los
clérigos que recuerden el sexto mandamiento.
Colombia ya ha “avanzado” también hasta aceptar
las late term abortions, porque aquí
no hay límite de tiempo que proteja al feto.
Muchas personas, especialmente las que tienen
creencias religiosas, no están todavía dispuestas a violar sus principios más
profundos, derramando sangre inocente. Nada, entonces, más repugnante que
obligar con sanciones económicas y penales al personal sanitario, para que
ejecute acciones contrarias a la conciencia. En esta situación las
“democracias” modernas no superan, en lo tocante al respeto a las libertades
religiosa, de conciencia, de expresión y de pensamiento, a los peores regímenes
totalitarios, nazis o comunistas.
Ante la ausencia de normas que garanticen el
derecho a la objeción de conciencia, la senadora María del Rosario Guerra ha
presentado un valioso (y valiente) proyecto de ley para garantizarla, de tal manera
que los profesionales y las instituciones sanitarias comprometidas con el
respeto por la vida no sean obligadas a prestar “servicios” contrarios a sus
convicciones o a su razón de ser.
Bienvenido ese ético proyecto de ley, que ya
empieza a ser atacado por el lobby de la muerte, orientado por las fundaciones
Gates, Rockefeller, Ford y Soros, Profamilia, la Corte Constitucional, el
Ministerio de Salud y la totalidad de la izquierda colombiana.
Ojalá los partidos democráticos y las iglesias,
empezando por la Católica, apoyen esa iniciativa que refleja sus doctrinas, las
de la inmensa mayoría del pueblo colombiano. ¡Esta lucha hay que darla, como
tantas otras, porque quien no quiere vencer ya está derrotado!
***
Tiene toda la razón el presidente Duque cuando
afirma: “No estamos ante el nacimiento de una nueva guerrilla” (porque
son las mismas FARC), pero no acierta cuando añade: “(…) sino frente a amenazas
criminales de una banda de narcoterroristas”, como si esta “banda” de Márquez y
Santrich pudiera ser distinta de su matriz, dentro del gran cartel
narco-político al que pertenece.
***
No sé si sea posible “desestigmatizar” a las FARC,
ni si la colaboración del gobierno en tan difícil empresa sirva de algo distinto
a perjudicarlo. Mientras tanto continúa, sin la menor resistencia oficial ni
particular, la diaria estigmatización del doctor Uribe, el Centro Democrático y
del propio y aquiescente presidente Duque. Los niveles de mendacidad, grosería
y violencia que se emplean contra ellos están creando el clima de odio
necesario para atemorizar, desprestigiar y desmoralizar las fuerzas del orden,
y para hacer tolerables, por parte de la opinión pública, todos los desafueros
y desmanes, mediáticos y judiciales, contra sus cabezas visibles.