Por Pedro Juan González Carvajal*
Como ciudadano del común, al observar
desprevenidamente el comportamiento de algunos de los miembros que conforman
cada uno de los tres poderes públicos en Colombia, llegaría uno fácilmente a la
conclusión que los tres poderes nacidos después de la Revolución Francesa como
alternativa al poder omnímodo del monarca de turno, están apenas en pañales en
términos de fundación, desarrollo y resultados entregados a la fecha, en un
país como Colombia.
Lamentablemente los casos de algunos de sus miembros
desprestigian a todo el andamiaje, sobre todo porque cuando en Colombia se
habla de “casos aislados”, se habla de situaciones repetidas o consuetudinarias
que están en cabeza de personajes diferentes, en momentos distintos del tiempo.
Les pregunto yo a mis alumnos en clase: “¿Usted
se haría matar por defender el poder judicial en Colombia? La respuesta es
NO. ¿Usted se haría matar por defender el poder legislativo en Colombia?
La respuesta es NO. ¿Usted se haría matar por defender el poder ejecutivo en
Colombia? La respuesta es NO.”
Puede que usted amable lector critique o no
esté de acuerdo con la manera como está formulada la pregunta. Lo que sí es
cierto es que todos sabemos su trasfondo y lo peor es que por unanimidad, las
respuestas reflejan el desprecio, la indiferencia, el descontento, de quien
responde (que es la generación que nos ha de relevar) por el accionar de estas
mal llamadas instituciones republicanas. Lo que queda como corolario, es qué al
no respetar estos poderes, pues no respetamos a la democracia, y si no
respetamos a la democracia, pues deberían existir otras opciones, pero como no
existen ni se buscan otras opciones, pues estamos sumergidos en un pantanero, en
medio del limbo, lo que pone en alto riesgo nuestro frágil proyecto social y
político, en caso de que exista.
El principio fundamental de los procesos
educativos se llama “ejemplo”. ¿Cuál es el ejemplo que recibimos de
manera usualmente generalizada de nuestros congresistas, de nuestros altos
magistrados y de quienes ostentan los altos cargos ejecutivos como el presidente,
los gobernadores y los alcaldes?
No hay día en que alguno de estos funcionarios
públicos no aparezca vinculado a cualquier tipo de escándalo, escándalos que
van desde falsificar títulos académicos, manipular condiciones para ocupar
algún cargo, acoso sexual, nepotismo, contratos y licitaciones amañados, extralimitación
de funciones, chanchullos, malos manejos, prevaricatos y algunos llegando hasta
el límite de lo penal.
Repito: todos los días pasa y sigue pasando.
¿Qué pensará un joven ante esta realidad?, ¿qué pensará un extranjero?, ¿qué
pasará por la cabeza de un simple ciudadano cuando ve a un magistrado, a un contralor,
a un congresista, a un alcalde o a un gobernador esposado en medio de agentes
del CTI? ¡Qué vergüenza planetaria! ¡Trágame tierra!
Los norteamericanos todavía no han podido
superar lo sucedido con el presidente Nixon y Watergate, quien fue obligado a
renunciar al más alto cargo de su Nación, traumatizando, desprestigiando y
socavando en lo más profundo el respeto por quien es considerado en esas
latitudes como el “papá de todo un país”.
Por otra parte, en Colombia no se conjuga el
verbo renunciar, y además, a los implicados usualmente les sucede que caen de
para arriba o les dan casa por cárcel o los favorecen con prebendas, o como
usualmente sucede, el aparato de justicia presencia atónito pero impasible como
hay que dejar en libertad a ciertos personajes por vencimiento de términos,
procedimiento usado como estrategia por los más prestigiosos litigantes, lo cual
entierra toda posibilidad de creer en el aparato de justicia colombiano.
¡Impunidad, impunidad, impunidad!
¿Para qué pensar en aumento de penas, o en
cadena perpetua o en pena de muerte en Colombia si el aparato de justicia no es
capaz de aplicar pronta y eficiente justicia?
Nos encanta que todo quede escrito como
constancia, para después no tener cómo implementar lo establecido, redondeando
el círculo vicioso de que en Colombia todo está previsto en la Constitución y
los códigos. En Colombia la Ley se respeta, pero en Colombia la ley no se
cumple.
¡Qué cansancio!
NOTA: Para colmo de males, y como para llenar
la taza, recientemente hemos sido testigos pasivos de cómo quedan en libertad
tres sujetos que nos avergüenzan ante propios y extraños por vencimiento de
términos: Francisco Ricaurte exmagistrado de la Corte Suprema por el llamado
“Cartel de la Toga”. Carlos Palacino por malos manejos de la EPS Saludcoop y César
Mondragón por el mal manejo de las libranzas en Estraval.