Por Pedro Juan González Carvajal*
La pertinencia es uno de los atributos que se exige
a las instituciones de educación superior con respecto a los programas que
ofrecen en los distintos niveles educativos. Esto quiere decir, palabra más,
palabra menos, que lo ofrecido sea lo que se requiere para mejorar las
condiciones de desarrollo en todos los ámbitos del saber.
Como postura axiológica, está bien, pero si
contrastamos con respecto a los resultados que vemos en la realidad, pues nos
falta mucho pelo para el moño.
Hablar de ética y de responsabilidad social
empresarial en uno de los países reconocidos internacionalmente como de los más
corruptos del mundo, con un aparato de justicia que es calificado también
internacionalmente como de los más ineficientes del mundo, donde la impunidad
galopa con tranquilidad por todos los rincones de la patria, con una ejecución
de proyectos que en la alta mayoría de los casos no cumplen ni cronogramas ni
presupuestos, es una quimera ¿Qué es entonces lo que sucede con los cursos de ética,
los reconocimientos como empresas socialmente responsables, con los programas
de diseño, o gerencia de proyectos, entre otros tantos casos y ejemplos?
¿Se ofrecen cursos de ética porque así lo exige
la legislación de turno? ¿Y ese curso que usualmente se ve como relleno, sí
sirve para alguna cosa? Dice Sor Juana Inés de la Cruz que hay que precisar “¿Quién
peca más, si quien paga por la peca o el qué peca por pagar?”
Aparecerán las voces que dirán que no se puede
generalizar, que los buenos somos más, que los malos no pasarán, y están en su
pleno derecho. ¡Pamplinas!
Cuando se califica a un país no se habla de la empresa
X o de la persona Y. Se habla de Colombia como un todo, de Colombia como
sociedad, de Colombia como país, por eso no es suficiente que de manera aislada
seamos unos seres o entidades maravillosas: aquí es al todo o nada.
Obviamente sin que este país tenga formulados
unos objetivos nacionales, pues difícilmente aparecerá nuestra verdadera
vocación económica y mucho menos los sectores estratégicos que han de impulsar
nuestro anhelado desarrollo. De igual manera si no tenemos un proyecto claro
para hacer crecer la clase media, con el asociado crecimiento del ahorro interno
y la consolidación de un mercado interno, pues seguiremos descrestados con las
modas, con las coyunturas y con los espejitos que nos acompañan desde la Conquista
y la Colonia.
Si no tenemos claros nuestros sectores
estratégicos, pues cualquier inversión con los escasos recursos que tenemos en
investigación, ciencia, tecnología e innovación, se harán sin tener claro el
foco y será como disparar con regadera. Si nos orientamos a las exportaciones
sin consolidar un mercado interno, pues quedaremos cojos.
Hoy aparece un funcionario que habla de la
Economía Naranja, mañana aparecerá otro hablando de la Economía Magenta y
después otro hablando de la Economía Amarillo Pollito y no pasará nada.
Sería bueno conocer al menos un estimativo de los
resultados obtenidos con los enormes aportes hechos desde lo público para el
llamado “apoyo a los emprendimientos” en el último decenio.
¿Sí incubaron los huevos empresariales (ideas y
proyectos) y se convirtieron, en su adecuada proporción, en pollos empresariales
legales y formales (unidades productivas)?
Sumados todos los emprendimientos apoyados, aun
cuando solo sea para el ejemplo, ¿en cuánto contribuyen hoy al PIB Nacional?
Lo que no se mide no existe. Seguimos
improvisando, siguiendo como autómatas las distintas modas, dejando constancia,
generando activismos enloquecedores, y lo que es peor, jugando con la
expectativa de aquellos que ya no alcanzaron a aspirar a un empleo formal y
digno y hoy ven, como única alternativa, la propia generación de oportunidades
económicas y laborales.
¡Qué viva mi pueblo!
NOTA: Sería conveniente que una ciudad como
Medellín, que quiere mostrarse ante el mundo, piense en ir reponiendo la
modesta flotilla de taxis actuales, los llamados cucarrones, que no son los más
adecuados para que un visitante o un ciudadano se sienta bien. Como mínimo, se
debe exigir espacio para equipajes, aire acondicionado y de una vez, que sean
eléctricos, como los primeros 200 taxis ya anunciados, junto con los 64 buses.
Lo barato sale caro. En Israel, el Estado tomó la decisión de que la flota de
taxis fuera de alta gama para mejorar los rendimientos, disminuir los efectos
de contaminación y garantizar la comodidad de los usuarios. Cada quien tiene su
propia dimensión del mundo.