CONFUSIÓN
Y OSCURIDAD
José
Leonardo Rincón,S.J.
Decía la reinita que Confucio fue el inventor de la confusión. Pobrecilla,
estaba realmente confundida. Pero no solo era ella, ni los de su corte. En este
Macondo más de uno por estos días anda patinando en los jabonosos ámbitos del fake-news
que hace que no sepa a quien creerle. La estrategia es perfecta: divide y reinarás,
divide y vencerás.
Es realmente asombrosa la capacidad que tienen algunos para lograr
desorientarnos. Ponen a circular por las redes sociales alguno de sus cuentos y
estos se reenvían multiplicados exponencialmente en cuestión de minutos. Todo
el mundo se comió el cuento entero, facilito, facilito y nunca se preguntó si
era cierto. Los escenarios políticos y económicos globales también cambian de
un momento a otro gracias a un mensaje por Twitter o a una cadena por WhatsApp.
No me refiero aquí a memes simpáticos y cargados de humor sino a esos que
diciendo mentiras de lado y lado, incitan al odio, siembran cizaña y conducen a
otros a peligrosas actuaciones.
Esto que actualmente ocurre es lo que yo llamo tiempos de confusión y
oscuridad. Ya no se sabe a quién creerle. Todos dicen tener la verdad, pero
todos dicen o han dicho mentiras. En
tiempos de conflictos y de guerras, se sabe por siempre, la primera víctima ha
sido y sigue siendo, la verdad.
Así las cosas, estamos abocados a no tragar entero, a ser escépticos
frente a esas “verdades” que aparecen de buenas a primeras, a permitirnos un
resquicio a la duda, a pedir tiempo para pensar, a buscar la manera de
discernir, a no dejar que se nos manipule tan fácilmente, a escuchar siempre
las diferentes versiones, a construir nuestros propios conceptos y buscar sacar
conclusiones más objetivas y menos calenturientas. Este es mi lacónico mensaje
de esta semana. Si tenemos algo de fe, pidámosle al Espíritu divino que nos
regale el don del discernimiento para que con la ciencia y la sabiduría nos dé
entendimiento y mucha fortaleza para saber tomar las mejores decisiones y,
sobre todo, no equivocarnos en nuestras actuaciones.
Como
colofón final, recuerdo que a los pocos días del asesinato de Galán, hace 30
años, capturaron a los autores intelectuales. No eran ellos. Nos mintieron. Después
supimos que los carteles de Medellín y Cali tenían que quitarse de encima al
común enemigo y lo hicieron desde las más altas esferas del Estado disfrazando
de mansas ovejas a los lobos feroces. Igual hicieron con muchos hace una
década, engañándolos, camuflándolos de guerrilleros, asesinándolos vilmente para
mostrarlos como bajas en combate, para ganarse ascensos y quedar bien con los
jefes que pedían a gritos resultados efectivos. Nos mintieron. Eran los
infelices falsos positivos. ¿Será que algo aprendemos de la historia?