domingo, 11 de agosto de 2019

Isla Fuerte


Por Andrés de Bedout Jaramillo*

Andrés de Bedout Jaramillo
Aunque, desde que me jubilé hace unos meses, aprovecho para salir a paseos y aventuras con los amigos que me he ido reencontrando en la vida y ni hablar de los nuevos que me voy encontrando en el camino. En este tiro nos fuimos para Isla Fuerte en el Caribe.

Viajamos por la carretera a Urabá, unas dos horas más de camino que por la carretera tradicional por la que siempre se viaja a la costa.

La diferencia entre ambas la hacen los paisajes y la soledad, espectacular y misteriosa en su recorrido.

Isla Fuerte pertenece al departamento de Bolívar y fue descubierta hace como ciento diez años, por cuatro pescadores que salieron de faena desde la Isla de Barú. Encontraron tierra, vegetación y agua dulce, regresaron por sus familias y se repartieron la isla entre los cuatro.

Hoy tiene como tres mil habitantes, que realmente en época fría de turismo no se ven, como tampoco se ven policías, ni cura, solo una paz y una tranquilidad, donde el ruido de la brisa, el mar y el intenso sol hacen como si el tiempo se detuviera.

Esta espectacular situación ha ido generando una serie de emprendimientos, hoteles para el disfrute de la paz y la tranquilidad, que solo la naturaleza nos puede dar.

Personas jóvenes del interior de nuestro país y de otros países, se han ido instalando en la isla y con intención de quedarse, trabajando en los hoteles que allí existen, para todos los gustos y estratos, atendiendo turistas nacionales y extranjeros.

La demanda le ha abierto las puertas a particulares que hoy tienen sus contratos fijos en los programas eco turísticos, con meditación, yoga, comida sana y silencio, que están tan de moda entre los jóvenes.

Hace como diez años, aprovechando una laguna de agua dulce, trataron de montar el acueducto, que al parecer no funcionó. Hoy se sigue utilizando el agua gorda, que no permite que el jabón haga espuma, pero abunda en la zona por el nivel freático natural y sirve para el aseo. Además, almacenan agua lluvia para el consumo y la preparación de los alimentos.

También montaron una planta de energía solar, que al parecer no tiene las baterías suficientes que permitan un cómodo abastecimiento. La energía sigue siendo la que generan las viejas plantas Lister de toda la vida, que a bajas revoluciones, abastecen los generadores que permiten las comodidades que nos regala la energía eléctrica.

Nos encontramos con unos amigos que llegaron de Cartagena en un velero de unos 30 años de construido, en perfecto estado, con todas las ayudas para la navegación a vela. Nos permitieron acompañarlos en su regreso a Cartagena, francamente no duramos mucho, la sensación de mareo nos pudo. Definitivamente navegar, no es como en las películas, el vaivén del barco requiere de mucha paciencia, concentración y no ser propenso ni al desespero ni a la claustrofobia. Cualquier barco es muy pequeño frente a la inmensidad del mar y si bien la vela principal izada mitiga un poco el vaivén, cuando no hay viento, el mareo y esa rara sensación, por lo menos a mí no me gustó, y eso que fue mucho lo que navegué en el Pacifico y en el Caribe con mi hermano Santiago consiguiendo pescado y langostas.

Ya no se ven en el fondo del mar la cantidad de pescados, corales, caracoles y demás especies que hace 45 años veíamos; antes nuestra fuente de ingresos era el mar, hoy son los cultivos de peces. Todo cambio, ¿que más seguirá en el futuro?