Por
Antonio Montoya H.*
Realmente
en Colombia no hay semana, ni día en el que no suceda algo nuevo, lo lamentable
es que no se trata de noticias positivas sobre las que valga la pena enorgullecernos,
por el contrario, son sucesos cotidianos lamentables que minan la confianza de
la gente, que van en contravía del país que queremos construir y que sin duda
alguna nos afectan como ciudadanos. Aunado a ello las consecuencias sobre esos
actos, con excepciones contadas en los dedos de la mano, se quedan en la
impunidad, durmiendo el sueño del tiempo en los anaqueles de los juzgados
cuando está bien o tirado, arrumado a otros múltiples expedientes que hablan de
nuestra pronta y eficaz justicia.
Específicamente
vimos, en las noticias y sobre todo a través de WhatsApp, ese hecho bochornoso, que produce dolor de patria, el vejamen que cometieron unos
bandidos contra un soldado del ejército de Colombia, al que insultaron, empujaron,
le tiraron ladrillos y él, con su fusil en la mano, tuvo la paciencia para
sortear ese momento con tranquilidad. Pienso yo, que seguramente tuvo muchas
ganas de reaccionar y actuar en defensa propia contra la agresión infame de dos
vándalos que no merecen ser parte de la sociedad.
Este
hecho no puede ser parte de una noticia aislada, sin consecuencias para quienes
actúan de esa forma; allí, no solo se estaba atacando a un hombre sino más allá,
a la institución, a las Fuerzas Armadas de Colombia, que tiene como función
principal defender al ciudadano de agresiones internacionales, pero también, al
interior del país, de quienes quieren a toda costa y de cualquier manera crear
el caos minando la institucionalidad y la dignidad de todo un pueblo.
Daban
ganas de llorar observando al soldado inerme, enfrentando solo el embate de
esos dos enemigos de la sociedad, que deberían estar pagando hoy con toda la
fuerza de la ley sus delitos, porque no es solo uno, son varios, más la afectación
moral de la nación que sin duda alguna es más grave que los demás.
Esta
escena dantesca, por el entorno en que sucedió, por la forma en que violentamente
atacaron y por lo sucedido después, hace pensar que estamos muy mal, que
estamos tocando fondo, que la sociedad no actúa ante estos atropellos de
terceros que, amparados en la imposibilidad de una reacción fuerte e inmediata,
llevan hasta su máxima expresión a un hombre al límite para abstenerse y no
generar más conflictos.
Me
pregunto yo si un soldado de la patria, entendiendo que es el que da su vida
por nosotros, tiene que aguantar inmerecidamente golpes, insultos y ofensas; qué
no tendrá entonces que soportar cualquier civil indefenso ante el ataque de los
cobardes en su cotidianidad, esa violencia que tiene que vivir a diario, para
ir a trabajar, en los buses, calles y empresas.
Esto
no está bien, es indignante que no reaccionemos,
que no tengamos como norte la disciplina y el orden. Pronto
todos seremos objeto y presa de los bandidos que amparados en sus armas, palos
y violencia irán contra todo lo que sea institucionalidad y el orden social se revertirá
y vendrá una época de crisis. Actuemos ya, defendamos con ahínco la democracia,
dejemos de ser pusilánimes, sentados esperando que el gobierno actúe, porque
nos llegará la muerte a la puerta y nada pasó.
Con
fortaleza, con gobiernos fuertes, fuerza militar y de policía motivadas,
orgullosas de portar el uniforme, defenderemos del caos a la sociedad y tendrán
futuro nuestras familias.