Por John Marulanda*
The New Economics Foundation, elabora cada tres
años el Índice de Felicidad Planetaria. Hace poco reveló su inventario para el
2019. Los tres países con mayor felicidad son, en orden descendente, Costa
Rica, México y, créanlo o no, Colombia. Parece una de esas demoledoras ironías
británicas que nosotros tomamos como humor pesado y ellos como acertada
interpretación de vida. ¿Será que un país sin ejército como Costa Rica, es más
feliz?, ¿de dónde sale la felicidad en México, con el mayor número de
asesinatos en décadas?, ¿de dónde la de Colombia, si Santos, el último
colombiano feliz, ya no vive por acá o deambula discreto con un nobel en el
bolsillo?
Pero hay una oportunidad. Si mientras le
metemos el banano y el aguacate a la China le abrimos la puerta a su avanzada
tecnología, pronto tendremos a Huawei y a ZTE vendiéndonos la tarjeta de la
felicidad, equivalente al venezolano Carné de la Patria, remedo tropical de la
tarjeta de crédito social que opera en 43 ciudades del gigante asiático y que
está convirtiendo a China en la primera dictadura digital de la historia, con
el apoyo inicial de unos 200 millones de cámaras de vigilancia pública. Los
puntos más o menos que genere el comportamiento de cada uno, de acuerdo a las
normas establecidas por los que están en el poder, es decir por el Partido Comunista,
serán la guía que lo conducirán a uno por el camino de la vida con referentes
políticos inmutables, seguridad, progreso, placidez, premios y castigos
previsibles. Felicidad marxista, pero desgracias ontológicas y existenciales
advertidas por Aldous Huxley en “El mundo feliz” (1932) y George Orwell
en “1984” (1949), ambos británicos como los del tal ranking de
felicidad.
Se corren dos riesgos: o los algoritmos
de crédito social se operan por estúpidos y terminamos convertidos en zombis, muertos
vivientes, como los que vemos en cada esquina en nuestras ciudades con un
cartón y un letrero garrapateado que reza: Somos venezolanos, tenemos hambre,
ayúdenos. O nos convertimos en una comunidad rígidamente jerarquizada,
totalmente controlada y con roles definitivos, es decir una sociedad de
hormigas o abejas. Mao tenía razón, dirán sus hoy septuagenarios fans, ayer
esgrimidores ardientes del librito rojo, anticipo del azul de Chávez, y al ver
que China reta a USA como potencia global, esbozarán sonrisas que seguramente
aportarán para que Colombia sea clasificado como el tercer país más feliz del
mundo.