sábado, 13 de julio de 2019

"Yo desaparecería el ejército": Presidente


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Las guerras entre hermanos se dan por la sucesión o la herencia. Lo mismo sucede con el poder, especialmente en estas subculturas políticas en donde cada uno se siente el iluminado, el providencial, el salvador. Así evolucionamos, debido a una dieta escasa en proteínas y así nos educó el catolicismo: más Providencia que previsión.

Todo relevo de alto mando conlleva tires y aflojes, lealtades y traiciones, dudas y desgastes. Las turbulencias sucesorales de nuestro Ejército Bicentenario no son nuevas. Desde 1800 con José María Córdova hasta los 60 con el General Revéis Pizarro. En los 90 fui testigo de excepción de la transición Bedoya-Bonnet. Complicado asunto.

Algunos oficiales, boquiabiertos por la paz santista, la doctrina Damasco y la OTAN, se resisten a aceptar la reavivación del conflicto que los obliga a dejar sus cómodas oficinas para volver a la tienda de campaña, al estrés operacional, a la incertidumbre jurídica. Esos comodones herederos de la narcofarsa habanera lloriquean bajo el peso del fusil y tratan de socavar la intención del actual comandante del ejército de liderar la fuerza en el terreno de la realidad. Para la mamertada, no es conveniente un ejército combatiente sino un ejército combatido; para la prensa interesada, probables generales corruptos son una buena cortina de humo para escándalos mayores como el de Odebrecht y la reelección de Santos, y para ciertos políticos, eso de ser la institución más apreciada, no es conveniente, además de mortificante.

A lo anterior se agrega la ladina manipulación de la izquierda al asunto de la sanidad militar. Así, mientras el mando se desgasta, la tropa se desanima sin certeza hospitalaria y el brazo armado fariano se fortalece con el narcotráfico y la minería ilegal. Ahora empezó el hostigamiento contra de la Dirección Nacional de Inteligencia por parte de reconocidos comunistas.

No se trata de encubrimiento: la milicia es “profesión de hombres honrados” y quienes hayan trasgredido los límites disciplinarios, administrativos y/o penales, deben ser severamente sancionados.

Urgen carácter, decisión y mano fuerte para evitar que la institución siga en el camino de la politización inoculada por Santos y su mando, pues sería sumamente grave para la existencia misma de la nación. “Si por mí fuera, yo desaparecería el ejército y lo convertiría en guardia nacional”, dijo hace pocos días López Obrador. Aquí, algunos desean hacer lo mismo para transformar los militares en guardia pretoriana de alguna nomenklatura criolla. Como en Venezuela.