Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Dormía
profundamente y a media noche nos despertó nuestra hija, estaba rompiendo
fuente, se anunciaba la llegada de Cristóbal; inmediatamente nos volamos para
la clínica, siendo las 3 a.m. la pediatra programó cesárea para las 7:00 a.m.
En
tremendo aguacero emprendí camino hacia La Ceja, a recoger al papá que se
encontraba en un retiro espiritual, dándole mantenimiento al alma.
Como
conocedor del sitio, entre buscando un servidor, para que me ubicara al padre
del niño por nacer. Inmediatamente nos reconocimos, había sido mi jefe de mesa
cuando camine en mi primer retiro, llegaron otros servidores y entramos a la
habitación, le avisaron a un señor que iba a ser padre y no sé quién se asustó
más, si el señor o el verdadero padre. Aclarada la situación, la felicidad nos
embargó a los presentes, servidores y caminantes; vinieron los abrazos, las
fotos y la despedida, emprendimos el regreso a Medellín, llegamos
oportunamente.
Salir
con la fuerza y la tranquilidad, de un retiro espiritual a recibir un hijo, es
el premio más grande que le puede dar a uno mi Dios.
Todo
transcurrió en calma, Cristóbal y la mamá sanitos, los 4 abuelos felices con
nuestro primer nieto.
Estamos
en la clínica haciendo gala de nuestros escasos conocimientos en manejo de
redes, para avisar a todos los familiares y amigos la llegada del nuevo miembro
a la familia.
Hoy
empieza la temporada de abuelos, acompañada de nuevos roles que esperamos
desempeñar en la mejor forma posible.
Bendecidos
por nuestro señor Jesucristo, por permitirnos un nacimiento con todos los
medios y comodidades, pensando en las penurias y dificultades de tantas madres
que sufren en nuestro país.