Por Antonio Montoya H.*
Leyendo nuevamente a “El principito”,
novela escrita por el francés Antoine de Saint Exupery, quien se la dedicó a su
amigo Leon Werth, y pidió disculpas por haber dedicado el libro a una persona
mayor y da los motivos que lo llevaron a ello. Al final corrige e insiste en
dedicarle la obra a él, pero cuando era niño. Hoy entendemos claramente que la
obra es más bien para adultos porque ella nos da enseñanzas profundas,
sencillas para ver el mundo y actuar en forma diferente.
Es propicio en estos días de
desajustes, inmoralidades, poco acatamiento a la ley, jueces corruptos,
legisladores incapaces, funcionarios públicos que olvidan sus obligaciones y se
dejan comprar por el mejor postor, nosotros los ciudadanos quienes también estamos
dispuestos a burlar la ley, deslealtades, falsedades, violadores, criminales tan
difíciles, en fin, circunstancias muy complejas por las que estamos pasando en
nuestra tierra, Colombia, que debemos superar entre todos, haciendo un análisis
claro desde nuestro interior para corregir nuestro propio rumbo y el destino
colectivo.
Oportuno
entonces volver a mencionar el libro “El principito” para traer a colación
la conversación entre el principito y el zorro, cuando le propuso al zorro que
fuera a jugar con él y este le contestó “no puedo jugar contigo, no estoy
domesticado”. Al querer saber qué significaba eso le manifestó “crear vínculos”
y le explicó así: “tú no eres para mí todavía más que un muchachito igual a
otros cien mil muchachitos y no te necesito para nada. Tampoco tú tienes
necesidad de mí y no soy para ti más que un zorro entre otros cien mil zorros
semejantes. Pero si tú me domesticas, entonces tendremos necesidad el uno del
otro. Tú serás para mi único en el mundo, yo seré para ti único en el mundo…”
Por lo
tanto, si nosotros los ciudadanos colombianos, no encontramos como
domesticarnos, es decir crear vínculos que nos aferren al sentimiento nacional,
a compartir, además del terruño, los ideales de unidad, prosperidad, respeto y tolerancia,
nos destruiremos unos a otros porque no tendremos nada en común, ni el afecto,
ni el respeto por la norma.
“Domesticarnos”
es conocernos, entender que la convivencia no es de un solo lado, que debemos
apostarle a la unidad nacional, no como borregos, sino con respeto y tolerancia
por la idea del otro, porque de lo contrario nos mataremos entre nosotros
mismos y no aceptaremos al contradictor porque no tenemos vínculos comunes.
Debemos
aceptarnos como seres humanos iguales, que no debemos tener por sí solos
diferencias de raza, sexo, edad o condición, que nos debemos dar cuenta de que
nos necesitamos unos a otros, no como el imán con polos opuestos, sino como
seres que nos necesitamos para fortalecer y mejorar las condiciones de vida.
Me
atrevo a escribir de este modo, invocando a quienes a través de la narración
nos dan ideas, nos guían, para que nos recuerden que la convivencia, no es fácil.
Por ello tenemos normas para hacer la vida más tranquila, más justa, equitativa
y prospera, y por ende, si todos contribuimos a “domesticar” al otro, y nos
dejamos domesticar, seremos únicos en el mundo.
Todo
esto se vuelve sencillo, si entendemos que todos somos iguales, que debemos
construir un país, con el acatamiento a la ley, y que quien no la cumpla, sepa
y entienda que no puede pedirle nada a la sociedad, que no se sometió al otro y
por ende no comparte la idea común de convivencia y respeto.
Sería
muy fácil vivir en comunidad, conviviendo con respeto y ayudándonos unos a los
otros; esto no es cuento, es urgente necesidad para lograr mantener la
civilidad.
Invito
entonces a todos ustedes a que unos relean el libro y otros se sientan
motivados a conocerlo, porque nos da grandes muestras de sensatez a través de
la palabra, la sencillez, la imaginación y creatividad.