Por Antonio Montoya H.*
El presidente Iván Duque, fue elegido presidente en una larga
y dura campaña política que, como nunca en la historia, mostró un país dividido
casi al 50 – 50, con posiciones totalmente opuestas, sin casi, podría
asegurarlo, una sola idea en común. Por ello no se puede pretender que la
confianza y la armonía se dé por el solo hecho de asumir la banda presidencial,
es más complejo que el acto en sí de una posesión solemne, en donde los
enfoques también tuvieron diferentes lenguajes, unos de división y el del presidente,
de unidad.
Iniciando el período presidencial los columnistas de prensa
empezaron a juzgarlo, que era lento, que no decidía, que quien mandaba era
otro, en fin, toda una serie de calificativos que no eran, ni son de buena fe. Casi
todos ellos venían de columnistas de prensa, revistas y periodistas de radio de
Bogotá, quienes no sé por qué motivo se fueron lanza en ristre contra el nuevo presidente,
sin darle espacio para gobernar. Aún hoy, 1° de julio, continúan dándole
garrote sin cesar y generan con ello serios problemas de imagen en la comunidad;
no se dan cuenta que, si al presidente le va mal, le va mal a ellos, a sus
noticieros, programas de radio, en fin a todos los informativos. En el caso
nuestro, el de El Pensamiento al Aire, creemos que tenemos grandes problemas de
institucionalidad, nadie lo puede negar, que el Congreso no funciona, la
justicia menos y que el ejecutivo tiene que tomar medidas para generar
confianza y estabilizar el país, y por ende a la economía.
Juzgan al presidente porque no se logró un escaño en el CIDH,
en la reunión de la OEA, celebrada en la ciudad de Medellín, y entonces resulta
que es una derrota, lo cual, no es cierto, es simplemente el resultado de la
democracia, una simple votación que en otra ocasión se podrá ganar. El
resultado hubiese sido contrario si el representante uruguayo se queda presente
en el foro.
Debemos entender que el país se dividió por una jugada audaz,
astuta y lamentable del presidente anterior, que perdiendo en una votación que
impedía fuera efectivo el acuerdo de paz, lo convirtió en un acuerdo de la
noche a la mañana, como un mago que saca del sombrero el conejo. Porque fue eso,
un artilugio que nos genera y seguirá generando problemas, eso sí, debo precisar
que voté por el sí, pero una vez perdido entendí que la mayoría del pueblo
colombiano votó por él no, y se debió haber aceptado de pleno esa decisión.
Desde ese momento, los ciudadanos entendieron que los habían
engañado, que a pesar de lo que dijeran, el camino del acuerdo se consumaba, no
había vuelta atrás. Por eso, no más que por eso se dividió el país. No lo dividió
la izquierda, lo dividió el presidente anterior, quien nos tiró a la jaula de
los leones para ver qué hacíamos para solucionar el embrollo.
El presidente Duque, expresó desde el inicio de su mandato que
el proceso de paz continuaría, pero con razón manifestó que habría que tener
modificaciones, y por ello, en su momento efectúo seis objeciones por
inconveniencia que fueron rechazadas por la Honorable Corte. Los enemigos del
gobierno consideran que fue una derrota del presidente, lo que no es cierto;
actuó cumpliendo el mandato, objetando por inconveniencia, no por
inconstitucionalidad algunos artículos de la jurisdicción especial, y no puso
obstáculo adicional al asunto.
Ningún ciudadano del común entiende cómo hombres que mataron,
secuestraron, violaron, extorsionaron y cometieron delitos de lesa humanidad
están en el Congreso de la República, sin haber tenido previamente un juicio o
una sanción, y luego permiten posesionar a otro que sigue delinquiendo. Así se
está blandiendo la espada de la injusticia.
Dicen que el presidente quiere acabar con el proceso, pero ya
expresamos que no lo desea. Quiere corregir errores que hoy lamentamos, no se
puede negociar lo fundamental, y por ello se debe juzgar a quienes tanto mal le
han hecho a Colombia y a su gente, arrojando muerte y violencia por todo el
territorio, y además deben contar la verdad, repararla y pagar por ello. Si eso
es una pequeñez, entonces por qué no cuentan la verdad, llevan dos años largos hablando
paja y no hay verdad, reparación, ni justicia. Por eso y por honrar a los
muertos, a los deudos, a las víctimas, desplazados y dolientes de la guerra
debemos buscar como centro de la reconciliación a la justicia.
Colombia, debe apoyar al presidente Duque, lo elegimos y
debemos aportarle para asegurar la continuidad de la democracia, trabajar, ser
disciplinados, cumplir las leyes, mejorar la convivencia, bajarles el tono a
las diferencias, respetar al prójimo, sancionar al delincuente, castigar a los
corruptos, penas sin beneficios para violadores, asesinos, maltratadores de la
familia y así, de esta forma, le ayudamos a construir un mejor país. No
esperemos que él haga la tarea por nosotros, hagámosla uno a uno por Colombia.