Por Pedro
Juan González Carvajal*
Cada que vivimos
un invierno fuerte como el actual, y fuera de las calamidades tristes que
afectan a miles de colombianos a lo largo y ancho del territorio nacional, se
nos desnuda una verdad que no queremos reconocer o que no hemos alcanzado a dimensionar:
a pesar de todos los esfuerzos, somos un país estructuralmente no competitivo,
ya que después de cada época invernal, hay que reconstruir media
infraestructura vial del país, y no nos pasa lo mismo con la infraestructura
férrea, pues porque no existe. Y así no se puede ni hablar de competitividad ni
mucho menos ser competitivos.
Y es que resulta
elocuente lo que pasa con la llamada vía al Llano: va un poco más de un cuarto
de siglo bregando a terminarla y no hemos podido, metiéndole y metiéndole plata
para que cada tanto los derrumbes, como en el suplicio de Sísifo, obliguen a
que hay que volver a empezar. Y lo que pasa es que la solución no es otra que
abandonar este proyecto y hacerlo por otro trayecto donde los suelos lo
permitan. Así de duro y de radical como suena. De otro modo, los costos de
reconstrucción, periódicos, sin dimensionar ni cuantificar los costos de
oportunidad, nos seguirán llenando de frustraciones. Y esta reflexión para una
vía del orden nacional se aplica también para las vías de Antioquia, hoy y
siempre semi destruidas o destruidas en cada invierno, pero hay que reconocer
que no hay peor ciego que el que no quiere ver.
Dice el título
de esta columna, “Mamados”, y es así. Yo por lo menos estoy hasta la coronilla
de oír hablar, o más bien despotricar, a los amigos o a los enemigos del senador
Uribe. De oír hablar de Santrich. De oír hablar de las fumigaciones con
glifosato. De oír hablar de la corrupción. De oír hablar de la inexistente
lucha contra la corrupción. De oír hablar de falsos positivos (viejos y
nuevos). De oír hablar del desempleo. De oír hablar de la ineficiencia e
ineficacia de nuestra justicia. De oír hablar de la institución más desprestigiada
de todas, el Congreso Nacional. De oír hablar en contra de las Altas Cortes. De
oír hablar del narcotráfico. De oír hablar de la JEP. De oír hablar de lo mala que es nuestra educación. De oír
hablar de los pecados de la Iglesia. De oír hablar a nuestros expresidentes. De
oír hablar a nuestros fiscales. De oír hablar del Proceso de Paz. De oír hablar
de lo buenas que son las series de Netflix. De oír hablar de los realities
y los concursos en la televisión. De oír hablar de Trump. De oír hablar de
China. De oír hablar de Putin. De oír hablar de Corea del Norte. De oír hablar
de Irán. De oír hablar de las dietas. De oír hablar de los feminicidios. De oír
hablar de los asesinatos de niños y niñas. De oír hablar de la muerte de
líderes sociales. De oír hablar de la intolerancia rampante. De oír hablar del
cambio climático. De oír hablar del deterioro ambiental. De oír hablar de la
inocua lucha contra las drogas. De oír hablar del Código de Policía. De oír
hablar de Odebretch, entre un sinfín de asuntos más.
Está bien que
los romanos se tomaran muy en serio aquello de lo de “Pan y circo”. Sin embargo
en Colombia se nos ha ido la mano en la escasez de pan y en la mala calidad de
los payasos.
Pasando a otro
asunto, todos nos apesadumbramos, y cómo no, con la tragedia de Notre Dame,
hace ya algunos meses. Sin embargo, echándole cabeza a las grandes tragedias
históricamente registradas en la humanidad, en distintos momentos de tiempo, no
tiene punto de comparación con lo que perdió la civilización humana con el
incendio de la Biblioteca de Alejandría, el repositorio más importante del
mundo antiguo del cual quedaron algunos textos, algunas reseñas y muchas
cenizas.
Hoy el gran
repositorio mundial es Google y es la entidad más respetada y empleada en el
momento actual. Cualquier cosa que a uno se le ocurre averiguar, está ahí,
disponible, a la velocidad de la luz y sin ningún costo. La tecnología ha
posibilitado que nos alejemos de la escritura manual, del cálculo mental y de
la disposición a investigar de manera elemental, al menos en las bibliotecas.
¿Qué pasaría si
por alguna circunstancia Google dejara de funcionar? El incendio de la
Biblioteca de Alejandría parecería, en perspectiva, una simple candelada y los
humanos usuarios quedaríamos un poco rezagados ante la dependencia que hemos
adquirido con este tipo de herramientas tecnológicas, haciendo que algunas
destrezas de base hayan sido lamentablemente abandonadas.
Decía Einstein que,
al morir, quien muere no se da cuenta de que está muerto. Lo mismo sucede con
los estúpidos: son estúpidos y no se dan cuenta de que son estúpidos. ¡Paciencia!