martes, 23 de julio de 2019

De cara al porvenir: divagaciones


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Una de las funciones sustantivas de las instituciones de educación superior es la investigación, esfuerzo del cual, lamentablemente, quedan pocos resultados concretos y tangibles, lo que se evidencia por el escaso número de patentes que se registran en un año y la inutilidad de la gran mayoría de los trabajos y tesis de grado.

No hablemos entonces de patentes, sino de investigaciones que de pronto ayuden a solucionar problemas cotidianos, tanto de empresas como del Estado, así como de las comunidades en general.

Una de nuestras grandes riquezas es el agua. Algunos núcleos importantes de agua ubicados en lagos, lagunas o represas sufren la invasión de una planta conocida como “buchón”, la cual atenta contra la oxigenación de los mismos, planteando un enorme peligro contra la biota, impidiendo la navegación y deteriorando el funcionamiento de algunas maquinarias. ¿Por qué no iniciar un proceso de investigación serio que permita, si no su erradicación, sí su control? ¿Quién tiene que buscar a quién? ¿La universidad como posible proveedor de la solución, lo cual le generará recursos, o las comunidades o las empresas de agua y energía, para que les ayuden a solucionar sus problemas?

Simplemente por enumerar y ampliar el espectro de posibilidades iniciados con el tema del buchón, otros podrían ser: descocainizar la coca como contribución a la desmotivación de su consumo. Ayudar en la potabilización de agua en distintas regiones, algunas con diferentes tipos de necesidades y condiciones al respecto.

Prevención y/o sustitución de los químicos que en la actualidad se emplean en la minería ilegal y que generan desechos tóxicos y contaminantes, ayudando, además, a combatir su impacto nocivo actual. Manejo de desechos sólidos. Manejo de aguas residuales. Control de plagas, entre otros muchos ejemplos nacidos de las necesidades actuales que tiene el país y que debe solucionar.

Con 28 años de retraso se acaba de aprobar la llamada Ley de Regiones que permite comenzar a instrumentar el mandato Constitucional de 1991. En esto hemos sido timoratos y los poderes anclados del Centralismo han hecho todo lo que tienen que hacer por su propia conveniencia y evitar que la descentralización, la autonomía administrativa y obviamente la autonomía fiscal, sean una realidad en nuestro querido y sufrido Macondo.

Recordemos que la descentralización es un fenómeno administrativo y que la federalización es un fenómeno político. Ojalá más temprano que tarde, podamos contar con una organización político-administrativa, con una república unitaria, con configuración federal, como coincidencialmente están organizados los países desarrollados del planeta.

Comienzan los análisis de los datos oficiales que entrega el último censo poblacional: no estamos muy lejos de lo que está sucediendo en otras partes del planeta con respecto a que el envejecimiento, la infertilidad y el creciente urbanismo comienzan a ser tres condiciones importantísimas que generan grandes impactos de todo tipo en comunidades de otras latitudes.

La variable demográfica es tal vez la más importante de todas cuando queremos diagnosticar y establecer programas serios que generen verdadero impacto y que garanticen el bienestar de los humanos a través de una existencia digna.

Nota: aun cuando está previsto en la Ley, es de pésimo gusto por parte del señor Presidente la decisión de no hacer convocatoria pública para elegir la terna al cargo de Fiscal General de la Nación, sino hacerlo de manera directa. La sensación que queda es que se va a elegir un fiscal de bolsillo, lo cual, aunado al fracaso por sacar adelante el paquete de leyes contra la corrupción, deja un lamentable mensaje y un agrio sinsabor. El adagio popular dice que “no solamente hay que ser decente, sino parecerlo”.