martes, 30 de julio de 2019

De cara al porvenir: buscando la equidad


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
En un mundo globalizado y abiertamente competido, el proceso de venta de productos a otros países se caracteriza por la inequitativa participación de la ganancia entre productores, comercializadores y consumidores.

Así como en una época se hablaba de Responsabilidad Social Empresarial –RSE- hoy estamos hablando de Transacciones Justas, concepto que ha venido evolucionando desde el Comercio Justo –Fairtrade-, pasando por las Cadenas Justas –Fairchain- y la Cadena de Bloques Justos –Blockchain-.

Se habla de cadenas relacionando con los diferentes eslabones que constituyen la cadena de valor de cualquier bien o servicio.

Para Colombia, y su producto insignia el café, ha sido tradicional que el valor de venta en los Estados Unidos jamás pase de U$ 2 la libra, situación que solo se ha superado en dos ocasiones en toda la historia. Sin embargo, y para el ejemplo, del valor de venta total, el 85% se queda en los eslabones de la cadena de los países ricos que hacen el tostado y la comercialización, mientras que al productor local le corresponde apenas el 15% del valor total, lo que a todas luces evidencia una inequitativa participación.

Los impulsores  del Comercio Justo aspiran a que la relación sea al menos 50% - 50%, para equilibrar un poco las cargas, no solo para el café, sino para otro tipo de productos como las flores, el cacao y el banano.

Para acceder a este tipo de reconocimientos, obviamente hay que cumplir con algunas condiciones como: actividades de producción incluyentes, respeto por el no trabajo infantil, manejo adecuado de residuos, preservación del agua, entre otros varios.

El reto por la productividad y la competitividad se vuelve cada día más complejo, por los avances tecnológicos en todos los frentes, por la creciente demanda ante el fenómeno demográfico y por las exigencias de no contaminar más el planeta, ahora sí, por cuestiones de supervivencia.

Las nuevas realidades, están asociadas a unidades elementales que constituyen los elementos a partir de los cuales todo se está replanteando: los bits, los átomos, las neuronas y los genes.

La electrónica, la físico-química, la biología y la genética avanzan orientadas por el vector de la innovación, la ciencia y la tecnología.

¿Qué papel juega un país como Colombia antes estas nuevas realidades y estos nuevos desafíos? Lamentablemente la respuesta es obvia: ninguno. No somos ni generadores ni aportadores de tecnología, solo somos consumidores de tecnología, con todas las implicaciones que esto tiene, entre las cuales se destaca la sentencia de una consuetudinaria dependencia.

Algunos pensadores en términos prospectivos avizoran que la nueva composición socioeconómica del planeta estará compuesta por poderosos, consumidores y miserables, ya que la tecnología no ha tenido y no tendrá el papel democratizante que algunos teóricos ingenuos esperaban.

Pesar: paz en la tumba de la doctora Beatriz Restrepo Gallego, educadora y alma y nervio del Planea, Plan Estratégico de Antioquia, en compañía del doctor Gilberto Echeverri Mejía.

Sin comentarios: “El Consejo Gremial Nacional apoya el uso del glifosato”.

Para rematar: El mismo Congreso y los mismos congresistas que no quisieron aprobar las leyes anti-corrupción, se acaban de aumentar el salario en un 4.5% retroactivo, quedando su remuneración en 33 millones de pesos. ¡Que viva Colombia!