Por Pedro
Juan González Carvajal*
En un mundo
globalizado y abiertamente competido, el proceso de venta de productos a otros
países se caracteriza por la inequitativa participación de la ganancia entre
productores, comercializadores y consumidores.
Así como en una
época se hablaba de Responsabilidad Social Empresarial –RSE- hoy estamos
hablando de Transacciones Justas, concepto que ha venido evolucionando desde el
Comercio Justo –Fairtrade-, pasando por las Cadenas Justas –Fairchain- y la
Cadena de Bloques Justos –Blockchain-.
Se habla de
cadenas relacionando con los diferentes eslabones que constituyen la cadena de
valor de cualquier bien o servicio.
Para Colombia, y
su producto insignia el café, ha sido tradicional que el valor de venta en los Estados
Unidos jamás pase de U$ 2 la libra, situación que solo se ha superado en dos
ocasiones en toda la historia. Sin embargo, y para el ejemplo, del valor de
venta total, el 85% se queda en los eslabones de la cadena de los países ricos
que hacen el tostado y la comercialización, mientras que al productor local le
corresponde apenas el 15% del valor total, lo que a todas luces evidencia una
inequitativa participación.
Los
impulsores del Comercio Justo aspiran a
que la relación sea al menos 50% - 50%, para equilibrar un poco las cargas, no
solo para el café, sino para otro tipo de productos como las flores, el cacao y
el banano.
Para acceder a
este tipo de reconocimientos, obviamente hay que cumplir con algunas
condiciones como: actividades de producción incluyentes, respeto por el no
trabajo infantil, manejo adecuado de residuos, preservación del agua, entre
otros varios.
El reto por la
productividad y la competitividad se vuelve cada día más complejo, por los
avances tecnológicos en todos los frentes, por la creciente demanda ante el
fenómeno demográfico y por las exigencias de no contaminar más el planeta,
ahora sí, por cuestiones de supervivencia.
Las nuevas
realidades, están asociadas a unidades elementales que constituyen los
elementos a partir de los cuales todo se está replanteando: los bits, los
átomos, las neuronas y los genes.
La electrónica,
la físico-química, la biología y la genética avanzan orientadas por el vector
de la innovación, la ciencia y la tecnología.
¿Qué papel juega
un país como Colombia antes estas nuevas realidades y estos nuevos desafíos?
Lamentablemente la respuesta es obvia: ninguno. No somos ni generadores ni
aportadores de tecnología, solo somos consumidores de tecnología, con todas las
implicaciones que esto tiene, entre las cuales se destaca la sentencia de una
consuetudinaria dependencia.
Algunos
pensadores en términos prospectivos avizoran que la nueva composición
socioeconómica del planeta estará compuesta por poderosos, consumidores y
miserables, ya que la tecnología no ha tenido y no tendrá el papel
democratizante que algunos teóricos ingenuos esperaban.
Pesar: paz en la
tumba de la doctora Beatriz Restrepo Gallego, educadora y alma y nervio del Planea,
Plan Estratégico de Antioquia, en compañía del doctor Gilberto Echeverri Mejía.
Sin comentarios:
“El Consejo Gremial Nacional apoya el uso del glifosato”.
Para rematar: El
mismo Congreso y los mismos congresistas que no quisieron aprobar las leyes
anti-corrupción, se acaban de aumentar el salario en un 4.5% retroactivo,
quedando su remuneración en 33 millones de pesos. ¡Que viva Colombia!