Por José Alvear Sanín*
Tiene razón el gran escritor español César
Vidal cuando señala que no son exclusivas de la izquierda revolucionaria la
promoción de la “ideología de género” y su implantación cuando alcanzan el
poder, porque esa perversa cosmovisión, en realidad un nuevo catarismo, también
ha contagiado a muchos gobiernos europeos que la han impuesto, tanto en la
educación como en la legislación civil y matrimonial, para no hablar del Partido
Demócrata en los Estados Unidos.
Entre nosotros, la izquierda revolucionaria la ha
consagrado como uno de los principios rectores del “acuerdo final”, celebrado
por ellos con sus compañeros de ruta. Así le han podido dar estatus
supraconstitucional, contrariando, desde luego, la voluntad popular y los
sentimientos morales y religiosos del país.
Desde las FARC hasta el soros-santismo, otras
fuerzas políticas tienen igual compromiso con esa ideología: liberales, verdes,
Polo y la U.
Esa ideología reposa en la negación, contra
toda evidencia, de las bases biológicas de la diferenciación sexual, que
pretenden convertir en un asunto cultural, y en consecuencia, modificable. Por
eso, el negociador del gobierno en La Habana llegó a decir: “No se nace
hombre o mujer; uno se hace hombre o mujer”, afirmación contraevidente y
estúpida, sobre la cual quieren modificar con sentencias, decretos, propaganda
y represión, la naturaleza humana.
Esa monstruosa ideología, estrechamente
emparentada con el movimiento del “Nuevo Orden Mundial”, implica que la escuela
promueva desde el kínder la indiferenciación sexual, a través de falacias,
travestismo y enseñanza sexista a los infantes e impúberes.
Así se van preparando las nuevas generaciones
para un mundo sin tradición ni familia, gracias a una “educación” cuyo hilo
conductor es la exacerbación de una libertad sexual sin cortapisas, que se
inicia con la experimentación precoz e inducida de todas las curiosidades.
Hacen parte de ella el matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo
sexo, el aborto promovido masivamente como control de la natalidad (incluyendo
las late term abortion, autorizados
hasta minutos antes del parto, en New York e Illinois especialmente); la eutanasia
para ahorrar presupuestalmente; el mercado de órganos extraídos de fetos, la exaltación
del odio entre sexos, la eliminación de la figura del padre, la privación de la
patria potestad y de la custodia a quienes rechacen la indoctrinación de sus
hijos; la mutilación, por parte de las “autoridades” sanitarias, de los
impúberes que soliciten “reasignación de sexo”, el suministro de maternidad
subrogada para las parejas lesbianas; la eliminación de las palabras padre y madre, en los documentos, y un largo etcétera.
Esa transformación de la sociedad, que jamás
tendrá aceptación popular, exige la eliminación de los estados nacionales, de
la familia y del cristianismo, como lo ha explicado César Vidal en varias
conferencias admirables de insuperable calidad académica y didáctica, que
recomiendo vivamente y que el lector puede encontrar en YouTube.
La mínima reacción frente a esa horrible
amenaza contra lo más sagrado obviamente obedece a la ignorancia que rodea esa
planificación macabra y su paulatina implementación a través de la más solapada
“ingeniería social”.
Los partidos democráticos están infiltrados por
agentes bien entrenados y mejor remunerados por fundaciones como las de Soros,
Bill Gates y Rockefeller (en la aparente derecha), y por la acción perseverante
del progresismo social-marxista (en la izquierda).
Y lo que es peor: la institución histórica,
doctrinal y moralmente más obligada a combatirla, la Iglesia Católica, está
socavada por la interpretación “modernista”, infiltrada por la teología de la
liberación, y debilitada, tanto por los abusos sexuales de parte del clero como
por el deplorable pontificado Bergoglio, que apenas acaba, hace unos quince
días, de pronunciarse tibiamente y con invitación al “diálogo”, para
contrarrestar la ofensiva totalitaria que enfrenta.
Llamar a la Iglesia, a los partidos
democráticos y al actual gobierno para que reaccionen contra la imposición de
la ideología de género empezando por la educación, puede parecer un gesto
inútil, pero estoy seguro de que a medida que el pueblo conozca lo que hay
detrás de ella, se darán los líderes capaces de oponerse eficazmente a tantos
desatinos atroces, cuanto antes mejor.