miércoles, 10 de julio de 2019

Consideraciones sobre la ideología de género


Por José Alvear Sanín*

José Alvear Sanín
Tiene razón el gran escritor español César Vidal cuando señala que no son exclusivas de la izquierda revolucionaria la promoción de la “ideología de género” y su implantación cuando alcanzan el poder, porque esa perversa cosmovisión, en realidad un nuevo catarismo, también ha contagiado a muchos gobiernos europeos que la han impuesto, tanto en la educación como en la legislación civil y matrimonial, para no hablar del Partido Demócrata en los Estados Unidos.

Entre nosotros, la izquierda revolucionaria la ha consagrado como uno de los principios rectores del “acuerdo final”, celebrado por ellos con sus compañeros de ruta. Así le han podido dar estatus supraconstitucional, contrariando, desde luego, la voluntad popular y los sentimientos morales y religiosos del país.

Desde las FARC hasta el soros-santismo, otras fuerzas políticas tienen igual compromiso con esa ideología: liberales, verdes, Polo y la U.

Esa ideología reposa en la negación, contra toda evidencia, de las bases biológicas de la diferenciación sexual, que pretenden convertir en un asunto cultural, y en consecuencia, modificable. Por eso, el negociador del gobierno en La Habana llegó a decir: “No se nace hombre o mujer; uno se hace hombre o mujer”, afirmación contraevidente y estúpida, sobre la cual quieren modificar con sentencias, decretos, propaganda y represión, la naturaleza humana.

Esa monstruosa ideología, estrechamente emparentada con el movimiento del “Nuevo Orden Mundial”, implica que la escuela promueva desde el kínder la indiferenciación sexual, a través de falacias, travestismo y enseñanza sexista a los infantes e impúberes.

Así se van preparando las nuevas generaciones para un mundo sin tradición ni familia, gracias a una “educación” cuyo hilo conductor es la exacerbación de una libertad sexual sin cortapisas, que se inicia con la experimentación precoz e inducida de todas las curiosidades. Hacen parte de ella el matrimonio homosexual, la adopción por parejas del mismo sexo, el aborto promovido masivamente como control de la natalidad (incluyendo las late term abortion, autorizados hasta minutos antes del parto, en New York e Illinois especialmente); la eutanasia para ahorrar presupuestalmente; el mercado de órganos extraídos de fetos, la exaltación del odio entre sexos, la eliminación de la figura del padre, la privación de la patria potestad y de la custodia a quienes rechacen la indoctrinación de sus hijos; la mutilación, por parte de las “autoridades” sanitarias, de los impúberes que soliciten “reasignación de sexo”, el suministro de maternidad subrogada para las parejas lesbianas; la eliminación de las palabras padre y madre, en los documentos, y un largo etcétera.

Esa transformación de la sociedad, que jamás tendrá aceptación popular, exige la eliminación de los estados nacionales, de la familia y del cristianismo, como lo ha explicado César Vidal en varias conferencias admirables de insuperable calidad académica y didáctica, que recomiendo vivamente y que el lector puede encontrar en YouTube.

La mínima reacción frente a esa horrible amenaza contra lo más sagrado obviamente obedece a la ignorancia que rodea esa planificación macabra y su paulatina implementación a través de la más solapada “ingeniería social”.

Los partidos democráticos están infiltrados por agentes bien entrenados y mejor remunerados por fundaciones como las de Soros, Bill Gates y Rockefeller (en la aparente derecha), y por la acción perseverante del progresismo social-marxista (en la izquierda).

Y lo que es peor: la institución histórica, doctrinal y moralmente más obligada a combatirla, la Iglesia Católica, está socavada por la interpretación “modernista”, infiltrada por la teología de la liberación, y debilitada, tanto por los abusos sexuales de parte del clero como por el deplorable pontificado Bergoglio, que apenas acaba, hace unos quince días, de pronunciarse tibiamente y con invitación al “diálogo”, para contrarrestar la ofensiva totalitaria que enfrenta.

Llamar a la Iglesia, a los partidos democráticos y al actual gobierno para que reaccionen contra la imposición de la ideología de género empezando por la educación, puede parecer un gesto inútil, pero estoy seguro de que a medida que el pueblo conozca lo que hay detrás de ella, se darán los líderes capaces de oponerse eficazmente a tantos desatinos atroces, cuanto antes mejor.