sábado, 6 de julio de 2019

Al aire: La Habana Cadena Radial


Por John Marulanda*

Coronel John Marulanda
Ningún otro medio de comunicación tiene la carga emocional de la radio. Es la voz humana potenciada por electromagnetismo. Y por supuesto, ha sido utilizada como arma de guerra. La usó Goebbels para difundir el hitlerismo; la empleó el Kremlin para expandir el estalinismo; la explotaron los japoneses y los vietcongs para desmoralizar a las tropas enemigas. Desde Cuba, Radio Rebelde animó a los terroristas del ELN y desde Albania, Radio Tirana alentó los del EPL. Las ondas hertzianas también han sido empleadas como medio de educación y Radio Sutatenza, la de monseñor Salcedo, durante 70 años ha instruido a miles de campesinos.

Lo que opino no es especulativo ni académico, sino extraído de la experiencia de varios años cuando creamos la primera emisora del Ejército en la década de los 80 y la operamos en Cimitarra, Belén de los Andaquíes y El Bagre. En Chaparral e Ituango, ya están al aire dos de las 20 emisoras que el gobierno Santos entregó a las Narcofarc en la Habana. Serán emisoras tácticas, de campaña ideológica disfrazada de paz, y anticipo que refinarán los contenidos de La Voz de la Resistencia fariana, que trasmite en la frontera colombo-ecuatoriana y la de Radio Antorcha del ELN, en la colombo-venezolana.

Estas plataformas de guerra sicológica, que pueden llamarse La Habana Cadena Radial, difundirán los discursos “por la paz” de los cabecillas y parlamentarios de las Narcofarc, exigirán el cumplimiento de los acuerdos, demeritarán la fuerza pública, criticarán la fumigación aérea con glifosato, acicatearán la insatisfacción contra la ineficacia del gobierno, llamarán a la resistencia y alebrestarán a comunidades campesinas, indígenas y negras en contra del orden y el Estado.

Burócratas facilistas intentan restarle importancia al asunto, diciendo que las tales emisoras no son de las FARC, que son culturales, etcétera. En realidad, no habrá quien controle efectivamente los libretos ni los contenidos de estas radiodifusoras, interconectadas por la ideología, orientadas desde La Habana, Caracas y Bogotá, e incrustadas en áreas con vastos cultivos de hoja de coca y fuerte influencia de actores narcotraficantes y de minería ilegal, como el frente 21 en el sur de Tolima y el 36 al norte de Antioquia.

Financiadas por el ministerio de las TIC son, sin duda, otro componente más de la pérfida combinación de todas las formas de lucha narcofariana. Sufriremos las consecuencias de esta irresponsabilidad santista que nos está llevando a escenarios indeseables. Como en Venezuela.