Por John Marulanda*
Ante
el trastorno moral del país, la izquierda nacional e internacional y los
oportunistas de siempre, arrecian sus ataques contra nuestro ejército
bicentenario, tratando de demeritarlo. Se refriegan las ejecuciones
extrajudiciales; se publicitan las confesiones lacrimosas de coroneles sin
carácter; el senador de la bolsa y los billetes, igualan el entrenamiento
militar con la tortura (tortura es verlo a él y sus conmilitones de las FARC
pontificando sobre lo público); se intenta amplificar el suicidio en las filas,
que toca al 0,01% de la institución; en titulares de primera página, se pone a
los militares a la cabeza de la violencia contra la mujer y en carátulas se
habla de macabros silencios y terribles presiones al interior del ejército.
Buscan desprestigiar la institución, mientras sus soldados comparten con
militares y civiles de Paraguay, México y otros países, experiencias sobre reglas
de enfrentamiento, garantías del DIH y respeto de los DDHH en las operaciones.
Y
aquí, miles de reservistas de todos los grados y de las cuatro fuerzas se
agitan en foros, en la calle, organizándose y tratando de darle cauce a la
corriente anticomunista y cristiana que se percibe en el ambiente. La
izquierda, por su parte, intenta maliciosamente hacerse al calor de los reservistas
insatisfechos, supuestamente defendiendo sus reivindicaciones y aprovechando la
dispersión de sus intereses.
En
su encuesta de mayo, Gallup reiteró a los militares como la institución de
mayor confiabilidad de los colombianos, mientras hundió en la sentina de la
opinión pública a las FARC, los partidos y el Congreso. Retrato de un volcán
político que desvela a avinagradas élites, a narco comunistas y que explica el
ataque a nuestra institución más preciada.
Erosionar
la moral institucional y sembrar la disensión y la desconfianza entre las filas
de nuestros militares, es conducir el país al caos de la narcoviolencia, mucho
peor que la de los terroristas marxistas leninistas sesenteros. Las fallas que
existen en esta institución sui generis, deben ser tratadas con el rigor, la
disciplina y la prudencia que el delicado asunto de las armas de la República
requiere.
Lo
que se está haciendo de manera tan irresponsable, solo conduce a la atonía
institucional y de ahí a la entrega de las banderas, no hay sino un paso. Con
la institución militar no se juega, pues termina siendo un juguete de tiranos y
déspotas, en un narco estado estaliniano. Como en Venezuela.