Por Andrés de Bedout Jaramillo*
Yo nunca había visto tan desesperados a los
empresarios grandes, medianos y pequeños, ha como los estoy viendo en estos
últimos meses; escucharlos decir que lo único que quieren es cerrar sus
empresas y de ser posible irse de Colombia, es muy preocupante.
El Estado a todos sus niveles (nacional,
departamental y municipal) está pateando la lonchera, expidiendo leyes,
decretos, resoluciones y toda serie de actos administrativos, orientados a
hacerle la vida imposible a los que conforman el sector formal de la economía,
con una cantidad de impuestos, tasas, multas, informaciones para todas las
dependencias, etcétera, partiendo siempre de que en el sector formal está la
mala fe. Este sector se debate tratando de entender la maraña de normas, donde
la que termina reinando es la responsabilidad objetiva, que suponíamos
proscrita por la constitución del 91 y la absoluta insostenibilidad económica
de los negocios formales, compitiendo en condiciones absolutamente
desfavorables con los informales. Todo lo han vuelto tan enredado y difícil,
que además de incentivar la informalidad, incentiva la corrupción.
Nuestro sector público y político, solo se
preocupa por justificar el funcionamiento de cientos de entidades y millones de
funcionarios (vinculados y contratistas), sin darse cuenta de que ese costo se
financia con impuestos que solo paga el sector formal de la economía. Los
funcionarios públicos están más al servicio de la política que de la
ciudadanía, olvidando que se deben al sector formal y que en vez de destruirlo
deben ayudar en su sostenibilidad.
El resultado de su torpe y equivocado actuar, está
orientado al crecimiento del sector informal, que es el único que como no tiene
que cumplir con los millones de normas, y que puede competir y subsistir, en
esta deteriorada economía formal.
Para nadie es un secreto que obrar de esta
manera es incentivar las lavanderías del dinero del criticado narcotráfico, que
aparentemente se quiere exterminar. Lo único claro es que el gigantismo estatal
sin los impuestos no podrá funcionar y que la paciencia de quienes los pagamos
está en su límite.
Yo no sé qué pasa a los gremios que se
mantienen callados ante esta tan dolorosa situación, cuando congraciarse con el
gobierno no es la solución de sus representados, es una alcahuetería con los
políticos y la corrupción. Se están convirtiendo en un costo más para las
empresas formales de la economía, también están pateando la lonchera, al igual
que las cámaras de comercio y demás entidades que deberían estar poniendo el
grito en el cielo, ante este estúpido atentado contra el sector formal de la
economía.
Lo manifestado en este articulo, no es un
misterio para nadie, yo solo lo recuerdo para que no sea tarde la protección
que requiere el sector formal de la economía, para que el Estado con sus tres
poderes, los gremios y las cámaras de comercio, reaccionen rápido.