Por José Alvear Sanín*
A la mención de Alexander von Humboldt
(1769-1889), inmediatamente a los colombianos se nos viene la figura de
Francisco José de Caldas (1768-1816), porque ambos se encontraron en Ibarra, en
1801, después de la visita del prusiano a Santa Fe de Bogotá para conversar con
José Celestino Mutis sobre botánica. El payanés colaboraba en la Expedición
Botánica y de la biblioteca de Mutis había extraído conocimientos sobre
botánica, astronomía y matemática, que lo hacían único, desde luego, en ese
limitadísimo medio donde sobresalía por su curiosidad, dedicación, inventiva y
talento.
En cambio, Humboldt, un año menor, venía
actualizado en multitud de disciplinas científicas. Su apreciable herencia la
había invertido en su mayor parte en la costosa aventura de explorar la zona
equinoccial de Suramérica. Empezó por Cuba y siguió por Venezuela hasta los
confines del Orinoco, antes de atravesar la Nueva Granada, hasta Quito y Lima,
de donde pasaría a México, antes de concluir en los Estados Unidos.
Freiherr von Humboldt, acompañado de Aimé
Bonpland, disponía de costoso instrumental, elementos de dibujo y pintura para
plasmar paisajes, plantas y animales, prensas para disecar y elementos para
disección. El inmenso acopio de materiales se enviaba periódicamente a Europa
cuando encontraban barcos con ese destino. Esas cajas le permitirían a su
regreso escribir el “Ensayo sobre la geografía de las plantas” (1807) y “Viajes
a las regiones equinocciales del Nuevo Continente entre 1799 y 1804”, en
siete volúmenes.
El contraste, entre medios, educación formal y
experiencia de ambos personajes no podía ser mayor. Caldas, deslumbrado,
solicita sin éxito a Humboldt que lo incorpore a su tropilla. En cambio, en
Quito, el alemán invita al simpático joven Carlos Montúfar, que carecía de los
conocimientos del granadino, a unirse a la expedición…
Lo anterior es apenas el comienzo de la
historia de Humboldt, que llegará a ser considerado —con justicia— como uno de
los mayores exploradores y científicos del siglo XIX, cuyo nombre ostentan desde
una corriente marítima, un cabo, un glaciar, montañas, un géiser, ríos, hasta
poblaciones, ciudades, instituciones, colegios y calles, en innumerables
países…
Ahora bien, la vida portentosa de Humboldt
—ingeniero de minas, metalurgista, geógrafo, cartógrafo, botánico, naturalista,
vulcanólogo, ilustrador, pensador, primer teórico de lo que ahora conocemos
como ecología, etcétera, — acaba de
ser narrada en el libro “The Invention of Nature” (NY: Random House,
2016), de Andrea Wulf. La edición colombiana (Bogotá: Taurus-Penguin Random
House) llegó en 2017 a su segunda reimpresión, con el subtítulo de “El Nuevo
Mundo de Alexander von Humboldt”. Las 424 páginas del apasionante texto
están sustentadas en 132 de notas. Pocas obras tan bien documentadas.
Sin embargo, no resisto la tentación de acotar
algo sobre la navegación de Humboldt en el Magdalena, uno de tantos de sus
recorridos incómodos, arriesgados, peligrosos y fructíferos. Desde luego, Frau
Wulf no conoció el relato de ese viaje en champán, que se encuentra en el N° 1
de la Revista del Instituto Geográfico Agustín Codazzi (1970), recogido en mi “Historia
del transporte y la infraestructura en Colombia 1492- 2007” (2008), por la
multitud de peripecias, la investigación sobre los caimanes y el martirio de los
mosquitos que taladraban los dobles pantalones del sabio.
Hablemos ahora de Caldas: Andrea Wulf dice en
la página 116: “El botánico y astrónomo sudamericano José de Caldas había
conocido a Humboldt unos meses antes, de camino a Quito, y se había visto cortésmente
rechazado cuando pidió que lo admitiera en la expedición”. Y en la página
190: “En 1809, dos años después de su publicación en Alemania, el Ensayo
sobre la geografía de las plantas se tradujo al español y apareció en la
revista científica fundada en Bogotá por Francisco José de Caldas”. Eso es
todo lo que cuenta del sabio granadino.
Afortunadamente, la figura de Caldas está
saliendo de la penumbra romántica de su fusilamiento, porque en los últimos
años numerosos investigadores vienen estudiando sus meritorias condiciones como
valioso científico autodidacta en un medio especialmente precario. Lamento,
entonces, que A. Wulf ignore su apreciable intercambio de ideas con Humboldt
sobre varios asuntos, como puede verse en el excelente escrito de Darío
Valencia Restrepo sobre nuestro primer científico (www.valenciad.com), que recomiendo al
lector. Sobre las variadas empresas intelectuales de Caldas me limito aquí a
llamar la atención sobre su estudio en relación con la distribución geográfica
de las plantas, anterior a su encuentro con el alemán. Valencia Restrepo
afirma:
“La distribución de las plantas según la
altitud, la fitogeografía, tiene como fundador a Humboldt. Pero Caldas ya se
había preocupado por este asunto, tal como él mismo lo señala en el comienzo de
la “Memoria sobre la nivelación de las plantas que se
cultivan en la vecindad del Ecuador: Desde
1796, en que comencé a ver estas cosas con reflexión, hasta hoy (Abril de 1803)
he recogido un número considerable de observaciones y de hechos; los he
comparado, he ordenado este material y creo que ya puedo sacar algunas
consecuencias generales.”
Algunos estudiosos han llegado incluso a pensar
que, sin ese encuentro, Humboldt probablemente no habría avanzado tan
rápidamente en ese tema.
Finalmente, debo llamar la atención sobre dos
libros que rescatan la figura de Caldas: El primero, de John Wilton Appel, es “Francisco
José de Caldas - A Scientist at Work in Nueva Granada, Transactions of the American Philosophical Society, Filadelfia,
1994”, donde, según Darío Valencia, se indica que nuestro compatriota
“(…) fue el único en Nueva Granada que pudo
escalar volcanes con Humboldt, buscar plantas con Bonpland, copiar cuadernos de
los europeos, auscultar conocimientos de ellos, y solicitar una opinión sobre
sus propias actividades científicas. Y fue también el único en recibir un
elogio escrito por parte de Humboldt”.
El segundo es “Francisco José de Caldas,
padre de la ingeniería colombiana”, compilado por Asdrúbal Valencia y
publicado por la Universidad de Antioquia en 2010, con algunos textos de Caldas
y varios ensayos sobre sus aportes científicos.