Por John Marulanda*
Mientras
circula un tedioso video de un mozalbete que, con un muy precario conocimiento
teórico de la institución, dice sandeces mamertas sobre las Fuerzas Militares,
dos hechos urgen a una reflexión sobre nuestro Ejército.
En
Saravena, Arauca, el ELN bombardeó y destrozó varias residencias familiares del
Grupo de Caballería Rebeiz, el cual honrosamente comandé durante 1997 y 1998.
Inexcusable que se repita una y otra vez la misma historia de los mismos
atentados, en los mismos lugares y por los mismos narcoterroristas. Hace un par
de semanas, un carro bomba estalló en cercanías a la misma instalación militar
y sin embargo ¿no se tomaron medidas preventivas? Poca alerta táctica,
consecuencia de la inmersión de los cuadros durante ocho años en una terapia
artificiosa, millonaria e internacional, para imbuirlos en la ficción del
postconflicto. Actualmente, unidades armadas se dedican a cultivar frailejones y
una frondosa burocracia campea en los cuarteles, erosionando la función
constitucional, generando desgano y provocando descuido, a lo que se agrega el
temor operacional por la total carencia de protección legal.
En
Convención, Catatumbo, un suboficial asesinó, según la Fiscalía, a un exterrorista
fariano. Además de las investigaciones penales necesarias, mandos de las
unidades táctica y operativa, deberían dar muestra de su dignidad militar,
rescatando el honor y el heroísmo que son hoy en día monedas manoseadas y sin
valor real. Ese acto criminal, revitalizará la propaganda izquierdista para
insistir en el desmonte de 200 años de historia, tradiciones y heroicidad de la
institución con mayor confiabilidad de los colombianos.
Ambos
hechos son consecuencia de un rumbo equivocado que obligó a nuestros militares
a poner la mirada en Europa, la OTAN, el Congo, y a diseñar una doctrina
congraciada con el negociado de La Habana, mientras se menospreciaba la
realidad operacional de nuestro país. Si estos son los soldados que garantizan
nuestra soberanía territorial y los que están enfrentado a las organizaciones
narcoterroristas del crimen organizado transnacional, el panorama no pinta tan
bien como quisiéramos.
Ahora
más que nunca, se necesita una dirección política sin titubeos y un comando
profesional, que no me cabe duda reposa bien en el liderazgo de los generales
Navarro y Martínez. Ojalá, antes de que haya otra tragedia como la de la General
Santander, se prevengan con tecnología nuevos atentados y con sanciones
ejemplares se restablezcan las normas de guerra en nuestras unidades acosadas
por francotiradores, campos minados y seudo académicos rentados por oscuros
intereses.