José Leonardo Rincón, S. J.*
Como hace muchos meses no vivíamos, hemos vuelto a días de enorme agite político,
cargados de no poco malestar generalizado. La sensación de estar como en un
juego de ping-pong, en un permanente toma y dame, midiendo pulsos para mostrar
quién tiene más fuerza, están en la agenda cotidiana.
Si la guerra que vivimos durante décadas se creía superada con la firma
de los acuerdos de paz, nunca habíamos presenciado una paz tan guerreada. Hartos como estábamos, entre otras muchas, de
tantos boleteos, extorsiones, secuestros, masacres, voladuras de torres de
energía, atentados a oleoductos, reclutamiento de menores y violaciones de
derechos humanos, veíamos la paz como un sueño prácticamente imposible de
alcanzar. Después de ocho años, el gobierno de la seguridad democrática si bien
no alcanzó la derrota militar definitiva de sus enemigos, sí logró ponerlos contra
la pared a punto de que con los últimos golpes que le proporcionó su sucesor se
doblegaron finalmente y se sentaron a negociar. Eso era lo que queríamos, eso era lo que
teóricamente se proponía: cambiar las armas por los votos, luchar no con
violencia sino en los espacios democráticos. Mas cuatro largos años de duras y
nada fáciles negociaciones fueron tiempo suficiente para que sus enconados detractores
cranearán el entramado de su sabotaje: en La Habana se estaba entregando el país
a las FARC y estábamos caminando en firme hacia el castrochavismo, falacias que
muchos creyeron. Si eso hubiese sido cierto, no entiendo por qué el tan criticado
presidente se puso de ingenuo a llevar los acuerdos al referendo popular y
finalmente no manipuló las elecciones para que Timochenko, como decían,
asumiera el poder. Este pasaje de nuestra historia será claramente evaluado y
juzgado y estoy prácticamente seguro de que dirán que nunca como antes se
dijeron tantas mentiras y nunca
estuvimos tan cerca de vivir la segunda parte de la patria boba.
El nuevo presidente no ha podido gobernar tranquilo. Come y bebe las
mismas dosis que le dieran a su predecesor. Quienes se subieron en su tren de
la victoria esperando su cuota de mermelada, pronto lo abandonaron. La sombra
del eterno presidente no le ayuda. No todos en su equipo tenían por qué estarlo
y por eso ya salió su primera ministra. Su posesión se vio empañada por el
nefasto discurso cargado de odio del presidente del Congreso, el mismo que
meses después manipuló los debates sobre las objeciones a la JEP. Su genuflexa
posición con el Tío Trump ya recibió su paga ingrata del buen diablo a quien
bien le sirve. Su respetuosa actitud con la arbitraria quitada de visas a
magistrados de las cortes que no han querido ceder ante las asfixiantes
presiones, más que admirable, vergonzosa, porque es fruto de conveniencias y no
de convicciones pues, si eso fuera cierto, ¿por qué no dijeron lo mismo frente
al caso del exministro Arias?
Son días de malestar con cierto olor a podrido, porque pareciéramos
estar en el túnel del tiempo volviendo al pasado. La guerrilla reencauchada del
ELN con los así llamados grupos residuales de las FARC, han vuelto a sus viejas
y condenables prácticas. Increíblemente aberrante el sistemático asesinato de
líderes sociales sin ningún importante pronunciamiento condenatorio por parte
del gobierno de turno. La inseguridad se ha aumentando y la violencia se ha
recrudecido. Pero las energías todas están puestas en el retrovisor para
condenar todo lo que hizo el gobierno anterior. Se quería que la guerrilla
cesara su accionar y cuando lo hace por la legal vía de la negociación, se
quieren hacer trizas los acuerdos y se bombardea su regreso a la legalidad.
¿Quién entiende a los jinetes del negocio de la guerra que encuentran en ella
su mejor capital político?
Al cuestionado fiscal general le han dado unos “papayasos” que bien ha
sabido capitalizar. Gracias a la estupidez del ELN con su miserable atentado a
la Escuela de Policía, se salvó en su momento más crítico cuando el país lo
interrogaba por sus relaciones con Odebrecht, la misteriosa muerte por envenenamiento
de su amigo, etc. Y ahora, cuando está en plena crisis nuestra relación con los
gringos por su ingerencia indebida, encuentra ante el fallo de la JEP de no
extraditar a Santrich, la preciosa ocasión para rasgarse las vestiduras con
inmaculada actitud, usando como mejor arma de defensa el ataque, lanzarse de
vuelta a la política que nunca ha dejado, pues sueña con la presidencia, y
concluye invitando al pueblo a la insurrección. ¿Qué tal la perla? De forma
errática salen a llorar su partida dizque porque con aquella decisión (que por cierto el Procurador hizo bien en
apelar) se ha afectado el estado de derecho y vamos a convivir con el
narcotráfico. ¡Qué barbaridad!
Y como si estos días de malestar por nuestras latitudes fueran pocos, por
este hemisferio, Mr Trump barre y trapea con todos, amigos y enemigos, pues su
conciencia combinada de Tío Sam con Rico Mc Pato, lo hace sentir el dueño de la
humanidad. El señor Putin, en franca gala de su apellido, le gruñe a Trump y junto
con las joyitas turcas e iraníes, apoya al tirano de Maduro, en tanto este,
atornillado a su poder, le importa un bledo que su pueblo se muera de hambre. En
Nicaragua las cosas no son mejores que en Venezuela, México sigue padeciendo
los desastrosos efectos de la maldición del narcotráfico, Perú tiene a cuatro
expresidentes investigados al igual que Brasil con dos de ellos en las cárceles,
Cuba con su fracasada revolución y sumida en la pobreza ha vuelto a convertirse
en el prostíbulo caribeño. Ni para qué seguir con el listado. Por todas partes
se cuecen habas y por eso no cesan estos días de malestar generalizado. Se han
sembrado vientos, estamos cosechando tempestades.