viernes, 17 de mayo de 2019

Días de malestar


José Leonardo Rincón, S. J.*


José Leonardo Rincón Contreras
Como hace muchos meses no vivíamos, hemos vuelto a días de enorme agite político, cargados de no poco malestar generalizado. La sensación de estar como en un juego de ping-pong, en un permanente toma y dame, midiendo pulsos para mostrar quién tiene más fuerza, están en la agenda cotidiana.

Si la guerra que vivimos durante décadas se creía superada con la firma de los acuerdos de paz, nunca habíamos presenciado una paz tan guerreada.  Hartos como estábamos, entre otras muchas, de tantos boleteos, extorsiones, secuestros, masacres, voladuras de torres de energía, atentados a oleoductos, reclutamiento de menores y violaciones de derechos humanos, veíamos la paz como un sueño prácticamente imposible de alcanzar. Después de ocho años, el gobierno de la seguridad democrática si bien no alcanzó la derrota militar definitiva de sus enemigos, sí logró ponerlos contra la pared a punto de que con los últimos golpes que le proporcionó su sucesor se doblegaron finalmente y se sentaron a negociar.  Eso era lo que queríamos, eso era lo que teóricamente se proponía: cambiar las armas por los votos, luchar no con violencia sino en los espacios democráticos. Mas cuatro largos años de duras y nada fáciles negociaciones fueron tiempo suficiente para que sus enconados detractores cranearán el entramado de su sabotaje: en La Habana se estaba entregando el país a las FARC y estábamos caminando en firme hacia el castrochavismo, falacias que muchos creyeron. Si eso hubiese sido cierto, no entiendo por qué el tan criticado presidente se puso de ingenuo a llevar los acuerdos al referendo popular y finalmente no manipuló las elecciones para que Timochenko, como decían, asumiera el poder. Este pasaje de nuestra historia será claramente evaluado y juzgado y estoy prácticamente seguro de que dirán que nunca como antes se dijeron tantas mentiras y nunca  estuvimos tan cerca de vivir la segunda parte de la patria boba.

El nuevo presidente no ha podido gobernar tranquilo. Come y bebe las mismas dosis que le dieran a su predecesor. Quienes se subieron en su tren de la victoria esperando su cuota de mermelada, pronto lo abandonaron. La sombra del eterno presidente no le ayuda. No todos en su equipo tenían por qué estarlo y por eso ya salió su primera ministra. Su posesión se vio empañada por el nefasto discurso cargado de odio del presidente del Congreso, el mismo que meses después manipuló los debates sobre las objeciones a la JEP. Su genuflexa posición con el Tío Trump ya recibió su paga ingrata del buen diablo a quien bien le sirve. Su respetuosa actitud con la arbitraria quitada de visas a magistrados de las cortes que no han querido ceder ante las asfixiantes presiones, más que admirable, vergonzosa, porque es fruto de conveniencias y no de convicciones pues, si eso fuera cierto, ¿por qué no dijeron lo mismo frente al caso del exministro Arias?

Son días de malestar con cierto olor a podrido, porque pareciéramos estar en el túnel del tiempo volviendo al pasado. La guerrilla reencauchada del ELN con los así llamados grupos residuales de las FARC, han vuelto a sus viejas y condenables prácticas. Increíblemente aberrante el sistemático asesinato de líderes sociales sin ningún importante pronunciamiento condenatorio por parte del gobierno de turno. La inseguridad se ha aumentando y la violencia se ha recrudecido. Pero las energías todas están puestas en el retrovisor para condenar todo lo que hizo el gobierno anterior. Se quería que la guerrilla cesara su accionar y cuando lo hace por la legal vía de la negociación, se quieren hacer trizas los acuerdos y se bombardea su regreso a la legalidad. ¿Quién entiende a los jinetes del negocio de la guerra que encuentran en ella su mejor capital político?

Al cuestionado fiscal general le han dado unos “papayasos” que bien ha sabido capitalizar. Gracias a la estupidez del ELN con su miserable atentado a la Escuela de Policía, se salvó en su momento más crítico cuando el país lo interrogaba por sus relaciones con Odebrecht, la misteriosa muerte por envenenamiento de su amigo, etc. Y ahora, cuando está en plena crisis nuestra relación con los gringos por su ingerencia indebida, encuentra ante el fallo de la JEP de no extraditar a Santrich, la preciosa ocasión para rasgarse las vestiduras con inmaculada actitud, usando como mejor arma de defensa el ataque, lanzarse de vuelta a la política que nunca ha dejado, pues sueña con la presidencia, y concluye invitando al pueblo a la insurrección. ¿Qué tal la perla? De forma errática salen a llorar su partida dizque porque con aquella decisión  (que por cierto el Procurador hizo bien en apelar) se ha afectado el estado de derecho y vamos a convivir con el narcotráfico. ¡Qué barbaridad!

Y como si estos días de malestar por nuestras latitudes fueran pocos, por este hemisferio, Mr Trump barre y trapea con todos, amigos y enemigos, pues su conciencia combinada de Tío Sam con Rico Mc Pato, lo hace sentir el dueño de la humanidad. El señor Putin, en franca gala de su apellido, le gruñe a Trump y junto con las joyitas turcas e iraníes, apoya al tirano de Maduro, en tanto este, atornillado a su poder, le importa un bledo que su pueblo se muera de hambre. En Nicaragua las cosas no son mejores que en Venezuela, México sigue padeciendo los desastrosos efectos de la maldición del narcotráfico, Perú tiene a cuatro expresidentes investigados al igual que Brasil con dos de ellos en las cárceles, Cuba con su fracasada revolución y sumida en la pobreza ha vuelto a convertirse en el prostíbulo caribeño. Ni para qué seguir con el listado. Por todas partes se cuecen habas y por eso no cesan estos días de malestar generalizado. Se han sembrado vientos, estamos cosechando  tempestades.