Por Pedro
Juan González Carvajal*
Sin dar muchas
vueltas en el sentido estricto del concepto soberanía, aceptemos como práctico
aquel que nos invita a reconocer que solo es soberano quien no tiene que
pedirle permiso a nadie para tomar decisiones de manera autónoma, libre e
independiente.
Estos países
chiquitos como el nuestro, que desoyeron las advertencias de Bolívar allá en el
Congreso Anfictiónico de Panamá, en 1826, y no fueron capaces de sostener una
unidad regional con independencia política, van a cumplir casi todos 200 años
de mal llamada independencia y en escasísimos casos y de manera puntual, han
podido ejercer una que otra vez el ser Estados soberanos.
Recientemente, y
de manera lamentable, la cosa para Colombia se ha enrarecido de nuevo, por
culpa de la estéril lucha contra las drogas y la débil posición del gobierno
actual al dejar narcotizar de nuevo las relaciones con los Estados Unidos, ante
la abundancia de temas de interés común que se deberían tratar. El presidente norteamericano,
de manera indebida, regaña a nuestro presidente, porque según él no se está
trabajando con suficiente esfuerzo para erradicar los cultivos ilícitos, que
obviamente no decrecerán mientras exista la demanda creciente de los
consumidores norteamericanos.
Estamos en la
era de las polarizaciones en todo el mundo occidental, y se evidencia cuando se
compara que el gobierno del presidente Obama avaló y ayudó a consolidar el
proceso de paz en Colombia, y que el gobierno actual norteamericano no tiene el
mismo compromiso, y además, en cabeza de su Embajador, invita a desayunar a un
grupo de congresistas colombianos para exponerles la posición de su gobierno
con respecto a las objeciones a la Justicia Especial para la Paz –JEP-
presentadas por el presidente Duque, siendo este acto, dicho de la manera más
elegante posible, uno desobligante y lejano a cualquier postura o función
diplomática respetuosa.
Pero la cosa no
para ahí: Colombia ha puesto el pecho con relación al retorno de la democracia
en Venezuela, ante la enérgica posición retórica norteamericana y su débil
actuación, cosa que no debería ser necesaria si la Organización de Estados
Americanos estuviera cumpliendo a cabalidad sus funciones y sus objetivos
fundacionales. Recordemos que debido a la Guerra de las Malvinas y a la
enclenque posición Colombiana, se nos otorgó la denominación de “Judas
Suramericano”.
Nicaragua
mantiene su apetito voraz con respecto a San Andrés y Providencia, y la
expansión de su plataforma submarina, y Colombia aún le continúa incumpliendo a
los sanandresanos, hoy raizales desde el Gobierno anterior, que incumplió sus
promesas y compromisos con nuestros conciudadanos insulares.
Mientras no
tengamos una política pública clara para las relaciones internacionales,
mientras no exista una política pública de fronteras y mientras no tengamos
conciencia geográfica e histórica de lo que somos, pues es imposible que se nos
respete, ya que nosotros mismos, no alcanzamos a la categoría de verdaderos
ciudadanos y como zombies, dejamos que propios y extraños maltraten a nuestra
muy rica y exuberante Colombia, tan mal querida y tan mal administrada.