Por John Marulanda*
China
maniobra su capitalismo con sentido global competitivo, aplica tecnologías de
control social, como corresponde a un gobierno comunista, avanza imparable en
sus logros espacial y cibernético y está embarcada en una apurada carrera
armamentista y una trascendental reforma militar. La Nueva ruta de la seda o “Iniciativa de la Franja y la Ruta” (Silk
and road belt), que conectará a más de 100 países, es el proyecto estrella de
Xi Jinping para ayudar a convertir a China en superpotencia. Países pobres, con
gobiernos e instituciones débiles, son estaciones favoritas para seducir con el
proyecto.
Una
de las intenciones es entrelazar una red global de puertos marítimos que
facilite el comercio, el intercambio cultural y la logística militar
estratégica. Mozambique, Qatar, Somalia, Bangladesh, Sri Lanka, Irán, Angola y
la primera base aeronaval China en Yibuti, son ejemplo de algunos fondeaderos
que harán parte del multimillonario empeño de comprar, alquilar, mejorar o
levantar puertos, terminales, instalaciones marítimas o costaneras, que en el
futuro permitan a sus barcos mercantes transportar materias primas y productos
y a los de guerra, portaviones, submarinos y aviones de combate, desplegarse
por el mundo.
“(…) la extensión
natural de la franja y la ruta hacia Latinoamérica" es Panamá, dijo el año
pasado el canciller chino; es “(…) un
puente y brazo logístico y comercial para la región”, confirmó la canciller
panameña. En el istmo, empresas chinas edifican y financian ancladeros en Colón
y Amador. Pero también los construyen y les invierten millones en México
(Manzanillo y Lázaro Cárdenas), El Salvador (Fonseca), Honduras, Costa Rica,
Nicaragua, Brasil (Paranagua), Perú (Chancay), Uruguay (Montevideo), Ecuador,
Cuba, Haití, Bahamas, Guyana, Suriname, Trinidad, Tobago, República Dominicana
y, por supuesto, Venezuela.
En
el caso de Colombia, Pekín y Bogotá firmaron desde 2016 un memorando de
entendimiento para que la nación asiática desarrolle una serie de proyectos en
las cercanías del puerto de Buenaventura. China prometió una inversión de USD
16 millones en la zona por donde sale la mayor cantidad de cocaína colombiana.
En Urabá, región de valor geoeconómico, el proyectado Puerto Antioquia será
operado por Terminal link, 49% de cuyas acciones pertenecen a la china Merchants
Holding International.
Las
agencias occidentales de seguridad señalan a la Comisión de Seguridad Nacional
de China y al Ejército Popular de Liberación como los cerebros detrás de las
diferentes empresas “privadas” chinas involucradas en esta tarea geoestratégica
que busca retar el dominio norteamericano de los mares.