Por Pedro Juan González Carvajal*
Parto por reconocer que “Doctores
tiene la Santa Madre Iglesia” y que las siguientes son las sugerencias de
un ciudadano afectado por la situación ambiental que vive el Valle de Aburrá,
acompañado por casi otros 4 millones de conciudadanos.
Lo cierto es que la solución combina diferentes tipos de
estrategias y de acciones que parten de reconocer la topografía y la
fisiografía propia de este Valle.
Lo primero, es reconocer la necesidad de reivindicar y
fortalecer la existencia de la cultura ciudadana, de la solidaridad y del
sacrificio que ciertas decisiones imponen.
Lo segundo es confiar en que las decisiones de los
mandatarios locales y de los funcionarios púbicos, son estudiadas, responsables
y no tienen en cuenta cálculos políticos egoístas y cortoplacistas.
Lo tercero es reconocer que la institucionalidad de las
Alcaldías y del Área Metropolitana del Valle de Aburrá es legal, legítima y
competente, así como la de las autoridades ambientales respectivas y que muchas
de las decisiones que es necesario tomar desbordan el ámbito local y regional.
Cuarto, entender que los Planes de Ordenamiento Territorial
–POTS– de los distintos Municipios del Valle de Aburrá no son los más acertados,
ni mucho menos los más complementarios. De igual manera, reconocer que los POTS
se respetan, pero no se cumplen.
Quinto, no es fácil la coexistencia de 10 autoridades
Municipales en un mismo espacio conurbado y que la institución Área
Metropolitana del Valle de Aburrá debe fortalecer su vocación inicial como ente
planificador y no como ente ejecutor.
Sexto, por diferentes razones, el tema demográfico no ha
sido ni es tema central de discusión, lo que hace pasar por alto que hemos
desbordado la cantidad de humanos que somos capaces de albergar con dignidad.
Séptimo, algunas acciones puntuales podrían ser: siembra
masiva de árboles en las laderas del Valle de Aburrá, de acuerdo con el otrora
denominado Plan siembra que
contemplaba 11 millones de árboles. Aprovechamiento racional del espacio
público y de cualquier área que pueda albergar nuevos y adecuados árboles. Proceder
a establecer un período de tiempo dentro del cual y sin dilaciones ni
prórrogas, se debe ejecutar el proceso completo de chatarrización, de
suspensión del uso de motores de dos tiempos, de mejorar la calidad de los
combustibles que se venden en el Valle de Aburrá y de regular el uso de motos y
de vehículos privados de más de 20 años.
Octavo, paralelo a las medidas anteriores, seguir
fortaleciendo la infraestructura del transporte público en todos los modos. De
igual manera impedir que los camiones de carga tengan que atravesar todo el
Valle de Aburrá, para lo cual hay que disponer de un puerto seco en cada
extremo del Valle y garantizar que los camiones de distribución sean operados
con energía eléctrica. Es necesario también reubicar las dos terminales de
transporte.
Noveno, algunas acciones de aporte ciudadano, podrían ser: que
los colegios privados monten sus propias flotas de transporte estudiantil o las
contraten y que se prohíba el transporte de estudiantes en carros particulares
familiares, lo cual mejora la movilidad y evita trancones y emisiones de gases
mientras llevan o recogen a los estudiantes. Incentivar el trabajo en casa o
teletrabajo. Que no se den permisos de construcción en zonas ya congestionadas.
Que los constructores diseñen edificios con pocos parqueaderos, obligando al
uso del transporte público. Que se establezcan horarios diferentes para el
inicio y la terminación de las jornadas de las actividades públicas, académicas,
industriales y de comercio y servicios. Que los Municipios o el Área
Metropolitana legislen en cuanto a la exigencia de colocar paneles solares u
otro tipo de energías alternativas en las terrazas de los edificios, retomando
lo que en algún momento se hizo con la obligación urbanística de instalar obras
de arte en cada nueva edificación.
Para los países pobres como el nuestro, no es fácil tomar
medidas drásticas como ya las han tomado algunos países ricos, en el sentido de
anunciar la prohibición, a partir de un año específico, del rodamiento de
carros impulsados por hidrocarburos, privilegiando fuentes energéticas no
contaminantes.
Finalmente, desarrollar campañas pedagógicas que inviten a
emplear el transporte público y desmotiven el uso de vehículos privados.
Qué le vamos a hacer, pero nos tocó.