José
Leonardo Rincón, S. J.*
No me refiero a un bello proyecto urbano-ecológico, como aquel que
soñara mi finado amigo Belisario en Marandúa, sino al lamentable estado en el
que se encuentran nuestras principales ciudades, convertidas deliberadamente en
auténticas selvas, donde impera la ley del más fuerte, la ley del sálvese quien
pueda, donde sobrevivir es toda una proeza.
En efecto, en eso hemos venido convirtiendo nuestro entorno ciudadano.
Las fieras son de dos patas y andan al frente del volante o atravesándose
peligrosamente sobre las vías, con una actitud que hace rato sobrepasó el
límite del descaro. No son monos o chimpancés en su apariencia porque dizque
están más evolucionados, pero en realidad son unos simios malabaristas. No son
osos grandes y peludos, pero lo hacen bien como tales. No son lobos aulladores,
pero sí se convierten en los famosos “homo homini lupus”. No son perros porque
ya están a su servicio y entre más conocen a los humanos, más se les quiere, a
punto de preferir tenerlos antes que hijos. No son felinos, pero en cualquier
momento lanzan sus zarpazos. No son reptiles, pero se comportan como sapos y
lagartos y tienen lenguas viperinas. No son aves, pero actúan a veces como
águilas, a veces como gallitos finos, sin ser ciertamente mansas palomas. No
nadan, pero se mueven como peces en el agua, en ocasiones pirañas, en ocasiones
tragándose peces más pequeños. Un panorama realmente de película, como para
National Geographic.
Ya comenté hace unas semanas sobre la movilidad caótica de nuestras
grandes ciudades, gracias a las medidas sin sentido común que toman los
secretarios de movilidad, que sabrán de todo, menos de movilidad. Alguien que
leyó estas reflexiones me dijo: la solucion de fondo es poner freno a la venta
de vehículos, estableciendo un tope, a modo de cupo, como existe para los taxis.
Genial, pero… ¿quién le pone el cascabel al gato?, como no estamos en una
dictadura comunista sino en una vorágine neoliberal, ¿van a permitir los capitalistas
voraces e insaciables que sus mezquinos intereses económicos se vean afectados
por romanticones discursos “socialistas” de corte ecológico y soñador de unos
cuantos? ¡Jamás!
Por eso, esta situación es de locura, porque en gran simultánea nacional
chillamos hipócritamente porque dizque hay mucha contaminación ambiental y las
partículas de no sé qué cosas hacen daño; pero no ponemos coto al desaforado
aumento de vehículos, no compramos buses eléctricos sino que aumentamos los
diesel, no arreglamos la malla vial que está rota, en cambio hacemos alharaca
cacareando dizque estamos en la capital mundial de la bicicleta y aumentamos
las ciclorutas para estrechar aún más las ya congestionadas vías. Tampoco se
establece una política seria sobre transporte masivo y cada Perico de los
Palotes, cuando llega a la alcaldía se inventa su propio sistema, borra de un
plumazo lo hecho anteriormente, ignora deliberadamente los millonarios estudios
que le costaron un Potosí a la ciudadanía y gasta otro para lucirse y dejar las
cosas peor que antes.
Una palabra aparte merecen los maleducados, mejor, sineducados peatones
que no saben nada de urbanidad elemental y menos de cultura y civismo, y que
ahora se sienten dueños y señores no sólo de andenes sino también de las vías.
Retadoramente cruzan las calles con autos en movimiento, como diciéndole a los
conductores “si usted me atropella, usted es el que pierde”. Además de osados
por lo arriesgados, juegan con sus vidas como si muy aburridos estuvieran con
ellas. Les importa un bledo. Caminan por la mitad de las calles cual camiones
doble troque invadiendo un espacio que no les corresponde. Claro, ahora caigo
en cuenta, lo que pasa es que todos han sido desplazados: los peatones de los
andenes en mal estado u ocupados por los carros o llenos de ciclistas
practicantes de bici cross. Los carros desplazados de preciosas vías que evocan
los cráteres lunares o de los ciclistas que se apropiaron de carriles y andenes
enteros. Mejor dicho, la debacle y el desorden. Por lo menos es eso lo que veo
en la capital de Macondo. Por eso, eso de la ciudad jungla: sálvese quien
pueda, que si se suma a lo que hemos comentado de la inseguridad que vivimos,
ahí sí que más que Macondo, esto es Troya.