Por Santiago Cossio*
Las
ciencias económicas son bien llamadas desde el siglo XIX, la ciencia sombría,
donde aún no hemos podido aprender a superar las dificultades en la producción
y el consumo, ni el manejo de los recursos naturales y se vive un aprendizaje
constante de la política económica, basada en el ensayo y el error.
Teorías
macroeconómicas van y vienen sin investigar las necesidades básicas del ser
humano. Hoy nos centraremos en la alimentación como una necesidad fundamental
para un buen vivir. La mejora en el menú de los colombianos debe ser una
prioridad y obviamente es impresentable para una sociedad moderna el tener
niños con hambre lo cual se debe combatir y acabar.
Colombia
es un país privilegiado gracias a la diversidad de sus regiones y más que
considerarla una dificultad esta debe ser una fortaleza. Tenemos una variedad gastronómica
donde hay bandeja paisa, ajiaco, pescado, chorizo, chicharrón, empanadas, dulces
y demás, que hacen más agradable la estadía en este paraíso lleno de diversidad
y oportunidades.
El
consumo de pescado en el país ha pasado hace 30 años de 1.7 kg per cápita al
año a 3.6 kg hace 10 años y hoy es de 8 kg al año con una mejora significativa
en este preciado alimento.
Una
de las prioridades en la política pública debe ser el sistema alimentario
nacional, pensado en un sistema abundante y suficiente con un impulso a la
agricultura, la agroindustria, la biotecnología, la tecnificación y generación
de empleo del sector. También se debe tener especial cuidado al no pecar por
exceso y es ahí donde los nutricionistas deben velar por la cordura.
La
mejora en la gastronomía influye directamente en la felicidad de la población y
basándonos en la pirámide de necesidades de Maslow encontramos a la alimentación
como una prioridad más que esencial donde incluso puede ser materia de desarrollo
cultural e impulso a la industria del turismo.
La
alimentación es en sí misma una de las herramientas culturales más importantes.
Define tradiciones y costumbres, y además del aporte nutricional, debe ser esta
una experiencia de felicidad.
Los
economistas hemos pecado por generalizar el consumismo y no se han definido
prioridades y necesidades. El consumismo superfluo alentado por una sociedad de
apariencias y modas, es el que debe ser replanteado. Los jóvenes prefieren
tener el ultimo teléfono así estén pasando necesidades y es ahí donde las
apariencias engañan. Se abre un camino para definir el consumismo entre lo necesario
e importante y lo superfluo.
Vinimos
a este mundo a comer y a comer bien. Buena mesa para todos.