Por Pedro Juan González Carvajal*
La riqueza colombiana, se concentra en el
campo: los recursos agrícolas, pecuarios y minerales, se encuentran allí y de
su adecuada explotación depende la sostenibilidad y sustentabilidad de los
proyectos asociados y la calidad de vida de nuestros compatriotas campesinos.
Muchos riesgos de deterioro ambiental se
ciernen cual oscuros nubarrones sobre este extenso territorio de la patria.
La minería ilegal, atenta contra la calidad del
agua por emplear como depositario de los residuos químicos a quebradas y ríos
que finalmente llegan al mar, igual que a lagos o a las fuentes de agua
subterránea, generando un mortal círculo vicioso de intoxicación de plantas,
animales y humanos.
La minería legal, por lo tecnificada, genera
enormes impactos ambientales que pueden ser mitigados parcialmente. Una vez
concluida la labor y cerrado el yacimiento, la legislación obliga a entregar el
terreno empleado en las mejores condiciones posibles a partir de la resiembra
de árboles y el adecuado manejo de aguas.
La tala y el saqueo de las selvas para la
siembra de cultivos ilícitos y lícitos, atenta contra la captura de CO2 y
contra la estabilidad de los ciclos climáticos, de los cuales depende gran
parte de la vida animal y los procesos de siembra y de recolección de
alimentos.
La pérdida de bosques y selvas para la
adecuación de potreros también aporta, y de qué manera, al deterioro de las
condiciones ambientales.
La construcción de grandes obras de
infraestructura, de cualquier tipo, trae asociado un inevitable impacto
ambiental, que debe ser mitigado de la mejor manera, sin ahorrar esfuerzos.
En la agricultura, el uso intensivo de abonos,
insecticidas y plaguicidas, sobre todo por aspersión, genera una dinámica
contaminante que impacta vastas extensiones de territorio. Igualmente, el
consumo intensivo de agua para riego puede tener impactos negativos con
respecto a las fuentes de agua empleadas.
La vida humana también deteriora el ambiente. A
los programas de potabilización de agua deben acompañarlos programas de manejo
de aguas servidas.
El uso de la leña como insumo energético,
deteriora los bosques.
La mala disposición de los residuos sólidos y
todo tipo de basuras genera impactos visuales, de malos olores, y de absorción
de los lixiviados por parte del subsuelo, con la consiguiente contaminación de
las aguas subterráneas.
Mención particular merecen los mares,
convertidos por el hombre en la gran cloaca planetaria. Un alto porcentaje de
los desechos producidos llegan al mar, afectando todos sus delicados
equilibrios: oxígeno, temperatura, fauna marina, corrientes submarinas,
salinidad, acidez, con el mayor impacto imaginable al cambio climático.
Insistimos en la conveniencia de dotar a
Medellín de un adecuado centro de espectáculos, de un autódromo que cumpla con
las especificaciones internacionales de la F1 y tener un velódromo cubierto.