Por Antonio Montoya H.*
Desde hace más de sesenta años, en la ciudad de
Medellín, se habla del fenómeno climático de la calima en los meses de febrero
y marzo, que se origina por causa de un periodo de transición de tiempo seco a
lluvioso y que dificulta que los vientos barran la contaminación.
Es algo cierto, repetitivo, cíclico, por
múltiples factores, entre ellos la topografía antioqueña, un valle más largo
que ancho ubicado entre dos cordilleras cuyas montañas son altas e impiden en
estas épocas climáticas que los gases emitidos por las chimeneas, buses,
camiones, automóviles y otros tipos de contaminantes más, no puedan evaporarse.
Entonces la alcaldía, protegiendo el medio
ambiente, la salud de los ciudadanos y la propia calidad del aire, toma
decisiones como las del pico y placa tradicional o las extraordinarias, de
incrementar el horario en la semana y aplicarlo también el sábado.
En términos teóricos el Alcalde acierta al tomar
acciones prontas, se incrementan los horarios del pico y placa y los ciudadanos
acatamos la orden, aunque en tres días son crecientes las sanciones impuestas
por violación a la normativa impuesta.
Ahora bien, lo que debemos hacer es pensar,
evaluar y concluir si las decisiones que se han tomado y que sin duda continuarán
y se repetirán cada que los medidores de contaminación den la alerta sobre altos
niveles de contaminación, son las acertadas en la práctica. Por ello, podemos
enunciar varias que no son precisamente objeto de planeación, a saber:
(a.) Decidir con meses las acciones que deben
ser tomadas en los meses de febrero y marzo de cada anualidad.
(b.) No decidir con antelación de 8 o 9 horas las
variaciones al horario de tránsito para los vehículos.
(c.) Cuantificar el valor del impacto
económico, en el comercio, turismo, trabajo, educación, salud y clínicas.
(d.) Determinar cuál será el valor a reintegrar
por el impuesto de rodamiento, cuando se restringe por muchos días al mes la
circulación vehicular.
(e.) Evaluar quién compensa el mayor valor
pagado por los ciudadanos en trasporte, durante esos días.
(f.) Determinar quién hace cumplir la orden a
los taxistas de prestar el servicio y que trasladen a los usuarios al lugar al
que se dirijan.
(g.) Evaluar qué capacidad de reacción tiene el
metro para aumentar frecuencias del servicio e incrementar vagones.
(h.) Coordinar que el sistema integrado de
trasporte también debe ser incrementado en frecuencias y buses alimentadores.
(i.) Los trabajadores públicos deberían tener
horarios diferenciales.
En fin, son estas y muchas otras propuestas e
inquietudes, que seguramente tienen los ciudadanos, las cuales permitirían
estudiar y definir una planeación integral y adecuada para atender estas vicisitudes
que se presentan en el día a día, y de esta manera proteger el ambiente y dar
mejor calidad de vida al ciudadano. De lo contrario, sin un norte claro no
lograremos sino caos y desazón en la sociedad.