Por José Alvear Sanín*
Todos
los colombianos de buena voluntad le deseamos el mejor de los éxitos al
gobierno del doctor Duque. Soy de sus más entusiastas seguidores, pero siempre
dentro de la línea de la libertad crítica, tan bien expresada en el cabezote de
Le Figaro con la máxima de
Beaumarchais: “Sin la libertad de discrepar,
no existe elogio lisonjero”.
El
gobierno actual está constreñido por un acuerdo final inválido, pero
implementado por centenares de leyes, decretos y sentencias, que constituyen
una camisa de fuerza para el Ejecutivo que, hasta ahora, no se sabe cómo
romper.
Lo
primero que tuvo que hacer el nuevo gobierno fue presentar una reforma
tributaria para recoger 12 billones, necesarios para equilibrar el presupuesto
que le dejó la administración anterior. Este proyecto de reforma tributaria
ocasionó un grave y prematuro desgaste para la administración Duque, que
finalmente logró obtener del Congreso algo así como siete billones…
El
país no se ha percatado de que el presupuesto para 2019 tiene que contener algo
así como los nueve billones que cada año, durante diez, habrá que gastar para
“cumplirles” a las FARC, como se determinó en el AF. Con razón, el actual
gobierno no ha separado y consolidado esas partidas que, según el AF, deben
constituir un plan separado, autónomo y paralelo de “paz”, por encima del PND.
Cuando este se conozca serán el llanto y el crujir de dientes.
La
conveniencia de los programas acordados con las FARC es más que discutible,
salvo para los del Secretariado y el PCC, pero esas asignaciones astronómicas
pueden lograr torcer la racionalidad económica, que conduce a un desarrollo
superior al estatismo que ellos predican.
Así
las cosas, da la impresión de que la prioridad en el gasto público, heredada de
Santos, consiste en satisfacer los propósitos del Secretariado, vocero de
50.000 votantes… ¿Por qué las FARC no emplean sus recursos en los programas que
nos obligan a sufragar con sacrificio tributario y asistencial, mientras 45
millones padecemos la crisis del sistema de salud? Este está hasta bien
concebido, pero su operación no puede ser más deficiente. Si ya iba mal,
durante el segundo periodo de Santos empeoró considerablemente. De todos los
ministros de ese atroz lapso, Alejandro Gaviria se lleva la palma como el peor
y más inepto. Los resultados de su pésima gestión no permiten otra conclusión.
El colapso de la salud pública es una de las herencias más deplorables que
recibe el doctor Duque.
Para
prestar servicios sanitarios adecuados se necesitan, es verdad, billones
adicionales de pesos que no están contemplados, pero como las exigencias en esa
materia son inaplazables, el gobierno debe reconsiderar sus prioridades.
No
estoy proponiendo que se desconozcan todos los “compromisos” con las FARC: ¡Uno
que otro habrá que no perjudique al país! Por eso es necesario evaluarlos frente
a los verdaderos requerimientos sociales y económicos. Lo que propongo es que
sea la salud pública, en cambio, la gran prioridad. Si el sistema sanitario
alcanza niveles satisfactorios, la gratitud de la ciudadanía elevará a Iván Duque
a un liderazgo incomparable, en vez de considerarlo como un presidente maniatado
por pactos intolerables.
Dentro
de ese esquema habrá que mutilar infinidad de renglones, empezando por los de
las FARC, reducir la fronda diplomática, eliminar nóminas paralelas, congelar
la planta de personal; poner coto a la proliferación de institutos,
organizaciones, programas, altas consejerías y magistraturas auxiliares; ser
prudentes en endeudamiento, combatir el manirrotismo universitario… para
gobernar con austeridad, a ver si alcanza la plata para lo que es fundamental.
En
fin, la bandera de la salud, además de ser la más justa, electoralmente es la
mejor. A finales del siglo XIX parecía inevitable el ascenso de los movimientos
socialistas y revolucionarios al poder. El canciller Otto von Bismarck, gran
estadista, decidió “robarse” las banderas de la izquierda extrema,
estableciendo la más avanzada legislación de la época en salud, educación y
derechos laborales. Una positiva reacción se operó prontamente con la
consolidación institucional y el progreso económico y social de Alemania, que
se convirtió en ejemplo de desarrollo para Europa.
Aquí,
esas banderas no tienen dueño, porque la izquierda se limita a una cantaleta
chismosa y demagógica. Con mayor razón, entonces, hay que tomar a tiempo las
iniciativas más convenientes, de preferencia al gasto dictado, para varios
lustros, por Timochenko y Santos, en su afán de establecer la República
Bolivariana de Colombia.
***
Leo
que la Unión Europea exige “defender la
independencia de la JEP”, quizá porque esos señores ignoran que ese
organismo depende de las FARC, de un todo y por todo.
***
¡Felices
los venezolanos que pueden huir del hambre! Los ucranianos no pudieron hacerlo
y unos cuatro millones perecieron de inanición, ni tampoco los de Norcorea, ni
los de Cambodia… ¡Pero el Vaticano sigue esperando hacerse “mediador” y los
gobiernos proponiendo imbéciles “grupos de contacto” para el bien remunerado
bla bla bla internacional diplomático!
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