martes, 12 de febrero de 2019

De cara al porvenir: ciclos de vida


Por Pedro Juan González Carvajal*

Pedro Juan González Carvajal
Los ciclos de vida de los seres o las instituciones se enmarcan en momentos de nacimiento o fundación, crecimiento o desarrollo, madurez, deterioro y muerte.

Bajo otra perspectiva, y ya en lo social, se podría hablar de épocas de barbarie, civilización y decadencia, para volver a reiniciar el ciclo, cual noria perenne.

Países como el nuestro y aquellos libertados por Bolívar, O´Higgins y San Martín, apenas hace 200 años, inician su experiencia como conglomerados socio-político-económicos con algún nivel de autonomía, con una muy limitada soberanía y sin proyectos claros de qué hacer con la independencia recién lograda.

Aparecen, de buena fe, posturas caudillistas y autoritarias que permiten garantizar al menos el freno a la intención de reconquista por parte de la monarquía Española y sus socios de La Santa Alianza, con el enorme costo de castrar la aparición de partidos políticos reales y fuertes.

Bajo el principio de divide y vencerás, las élites de la época, convencidas o no de los beneficios del logro de la independencia, supieron defender sus intereses, fragmentaron la sociedad y se apoderaron de los principales circuitos de poder, situación que lamentablemente nos acompaña hasta la fecha.

Doscientos años después, los conceptos de libertad, de igualdad, de equidad y de justicia, todavía están en proceso de comprensión, entendimiento e implementación.

Doscientos años después, los asuntos que giran alrededor de los procesos de posesión y tenencia de la tierra, no se han admitido, no se han enfrentado y mucho menos resuelto.

Doscientos años después, los conceptos de civilidad y de ciudadanía todavía no se han entendido, no se han introspectado y no hacen parte de los objetivos a alcanzar por parte de sistemas educativos todavía en el aire.

Doscientos años después la separación entre lo clerical y lo civil no se encuentra lo suficientemente delimitado.

Doscientos años después, no ha sido posible que tengamos sociedades justas, previsivas y solidarias.

Doscientos años después no hemos logrado adquirir la suficiente conciencia geográfica e histórica que nos permita reconocer y conocer las vastas riquezas de los territorios que poseemos y que además son exuberantes en recursos naturales de todo tipo.

Doscientos años después no hemos podido superar la ambición desmedida de diferentes núcleos humanos a lo largo y ancho de nuestra estructura social, lo cual ha hecho que los fenómenos de la corrupción, nacidos desde nuestros primeros años como repúblicas independientes, no hayan podido ser erradicados.

Doscientos años después no hemos podido construir la confianza interna y externa que es el requisito básico para poder vivir en comunidad.

Doscientos años después no hemos podido alcanzar ni la generosidad ni el pragmatismo para unirnos al interior de nuestros países, ni entre los propios países.

El análisis continuará y servirá de acicate para que bajo la perspectiva que nos da hoy el mundo global, podamos tener la objetividad y la racionalidad suficiente para entender y explicar por qué nuestros proyectos no han logrado concretarse en estas latitudes, a diferencia de otros países y otras sociedades que en otros lugares geográficos han nacido a la independencia en períodos cercanos al nuestro y sí han podido consolidar sus proyectos.

Oportuno releer en estos días el libro “Bolivarismo y monroeismo” de Indalecio Liévano Aguirre, quien con su análisis nos da grandes pistas alrededor del tema.

Insistimos en la conveniencia de dotar a Medellín de un adecuado centro de espectáculos, de un velódromo cubierto y de un autódromo que cumpla las especificaciones de la F1.

NOTA: Excelentes las intervenciones que en materia de organización de aceras realiza la administración municipal en diferentes sitios de la ciudad. Esta debería ser una actividad de carácter permanente.