Por Antonio Montoya H.*
No
nos digamos mentiras, no estamos avanzando en el control de los territorios
colombianos. El Sur del país está en peligro nuevamente, Guainía, Guaviare, Vichada,
Vaupés y Amazonas. El Norte del país, La Guajira y las poblaciones limítrofes con
Venezuela tienen la misma problemática, están quedando a merced de los actores
principales de la criminalidad en Colombia, los grupos guerrilleros y sus
disidencias, las bandas del narcotráfico y la delincuencia común. Todo ello,
por cuenta no de la paz, sino de la desidia del Estado que no aprovechó ese
momento de sosiego, para iniciar todo un proceso activo de llevar la
institucionalidad a esos lugares. Allí no opera la justicia ¾aunque
ocurre lo mismo en cualquier parte del país¾ no hay empresas, no
hay desarrollo del agro, no hay salud, ni trabajo y menos disciplina social.
Grave
problema sin duda, porque cuando se pierde la esperanza, surge la inconformidad
y de ahí a la violencia y a la anarquía es poco el trecho que falta. Por ello,
son tantas las acciones de corto y mediano plazo que se deben acometer que no
admiten dilación y la primera de ellas es el trabajo, de los indicadores de
desempleo, de la formalidad e informalidad, de seguridad social integral, de lo
cual se habla todo el tiempo, pero no se ejecuta, no se toma el toro por los
cachos ni se presentan los proyectos que permitan viabilizar el trabajo
inicialmente en el campo colombiano, buscando coherencia en las políticas del
Estado, desarrollando la promoción de la agro industria, construyendo en cada
pueblo un buen hospital, colegio público, salud y seguridad. Así, a esos
lugares regresará el nativo, el que lo abandonó por causa de la violencia, el que
salió desplazado cargando sus muertos y su dolor.
Con
perdón de algunos Ministros, veo que siguen ejerciendo el cargo desde la
capital. Deben salir de allí, sentarse con los gremios caficultores, ganaderos,
industriales, cultivadores, y analizar una salida a la grave situación de vida
que existe en casi todas las regiones, para buscar alternativas que sean
efectivas, reales y no promesas que generan posteriormente más violencia.
Como
siempre planteo algún tipo de solución, en este caso específico considero que
lo que se debe es incentivar la vocación agrícola de esas regiones. Trabajar en
forma extensiva los productos propios de la región, los que desde hace varios
años se han identificado por estudios técnicos elaborados por las secretarías
de agricultura, por el Ministerio. Estamos sobre diagnosticados, mucho estudio
y poca acción; debemos aprovechar la riqueza hídrica, tener cultivos extensivos
como el café, aguacate, mandarina, naranja, plátano, banano, etcétera, que
abarquen todos los municipios sin limitante alguno.
Entonces,
teniendo alternativas de producción, vamos a la segunda propuesta: se requiere mano
de obra y por ende necesitamos replantear la forma de contratar a las personas,
siempre garantizando el contrato de trabajo a término indefinido, pero, con una
sola modificación, que al finalizar estos no se pague indemnización alguna. Como
ya lo he expresado en otras ocasiones, generamos trabajo sin limitante de edad,
de raza, sexo o condición, simplemente tenemos una comunidad laborando día y
noche y así la economía se desarrolla.
Hoy
tenemos informalidad laboral en el campo, lo formal es poco o inexistente, ni
en el comercio, donde trabajan por mucho menos del salario mínimo diario. Lo único
cierto, es una verdad de a puño, es que se requiere del hombre, de su mano de
obra, y si no hay opciones ellos buscan salidas a su insatisfacción.
Conozco
estudios interesantes del mismo estado, y de otras entidades privadas en los
que se habla de las posibilidades de desarrollo del campo, pero entre esos análisis
y la realidad se puede decir que no se ejecutan esas grandes ideas.
El
estado debe pensar que debe promoverse una legislación laboral especial para el
campo, donde se dé, por primera vez, el giro normativo que requiere el país, formalizando
el trabajo bajo leyes innovadoras.
No
se le olvide a ninguno de ustedes, los lectores, que más del 50 % de la
población colombiana en edad de trabajar está en la informalidad y poco se
piensa en cuál puede ser la solución de fondo. Yo creo que para empezar hay que
viabilizar la legislación laboral, volviéndola acorde con la realidad económica
de nuestro territorio, darles vida a las regiones y quitarles presión social a
las grandes ciudades.
Demos
el cambio, trabajemos el campo, desarrollemos las oportunidades que están
previstas y estudiadas, y ahí sí tendremos un país con oportunidades porque la
gente querrá volver a su terruño, cuando tenga paz, salud y trabajo.