José
Leonardo Rincón, S. J.*
Ordinariamente asociamos la palabra utopía a algo imposible de realizar
y en realidad lo que estamos haciendo es confundirla con la palabra sueño o
ilusión, porque en verdad son asuntos distintos: los sueños sueños son y las
ilusiones son sólo eso: fantasías irreales, en tanto la utopía, del griego
u-topos, es algo que no está aquí, pero que sí se avizora en el horizonte como
meta a la que es posible acercarse, quizás no lograrse del todo, pero sí rasguñarse.
Me parece que en medio de tanto caos y tantas situaciones dolorosas y
hasta vergonzosas que vivimos a causa de nuestras humanas mezquindades, también
hay señales inequívocas de que no todo es un desastre y que también en medio
del lodo, sorprendentemente, surgen preciosas flores. Me explico.
Lo que ha ocurrido en nuestra Iglesia con tantos clérigos pederastas en
tantas partes del mundo y que tanto dolor, indignación y vergüenza nos producen,
ha hecho mucho daño a muchos y tergiversa la realidad maravillosa que encierra
nuestra vocación de querer seguir más de cerca los consejos evangélicos, es una
pesadilla que pareciera nunca acabar. Sin embargo, esa actitud de querer si no
minimizarla, sí ocultarla y que se ha leído como encubrimiento cómplice, me
parece que con el Papa Francisco rasguña la utopía de la verdad, justicia, no
repetición, tolerancia cero y castigo a los comprobadamente culpables. Ni
ustedes ni yo imaginamos nunca que habría efectivas sanciones como las que
estamos viendo de no solo suspender sus funciones eclesiásticas sino también
denunciar y entregar a las autoridades civiles a quienes se les han comprobado
tan execrables comportamientos, hasta llegar a expulsar del ministerio ni más
ni menos al que fuera cardenal arzobispo de Washington. Por estos días,
convocados por el Papa, están reunidos en Roma 190 jerarcas eclesiásticos para
no sólo reflexionar sobre tan delicado asunto sino tomar nuevas medidas.
Este mismo Papa Francisco viene rasguñando la utopía con una serie de
gestos que a muchos ha incomodado profundamente porque los ha sacudido de su
apoltronado aletargamiento: la Iglesia debe estar en salida, no puede
autoreferenciarse narcisísticamente, debe ser un hospital de campaña para
atender a los heridos de las batallas de la vida, debe volcarse ante los más
débiles, debe hacer una apuesta por el cuidado de la casa común, debe
autoreformarse eliminando prácticas palaciegas con mafias inveteradas que
buscan ansiosamente ascender en carrerismos cortesanos, pues no somos príncipes
sino servidores. Debe ajustar sus estructuras internas para ser más planas y
menos verticales, más colegial y menos autocrática.
Este Papa Francisco rasguña la utopía y nos sorprende cuando canoniza a
un obispo como Óscar Romero, estigmatizado por el régimen político de su país hasta
asesinarlo, por sus purpurados colegas hasta acusarlo, señalarlo y considerarlo
vasallo del comunismo. ¿Quién sensato pensó que este mártir salvadoreño tan
duramente juzgado pudiese estar tan pronto en los altares?
Lo mismo está pasando con el Padre Pedro Arrupe, quien fuera General de
los Jesuitas, un hombre extraordinario que afrontó la transición nada fácil que
generó el Concilio Vaticano II, pero también un hombre incomprendido por muchos
de sus mismos correligionarios quienes lo acusaron diciendo que un vasco fundó
la Compañía de Jesús y otro vasco la acabó, un hombre que murió con el dolor
profundo de sentir que el Papa dudaba de la fidelidad eclesial que había
caracterizado a los hijos de Loyola… ahora Francisco abre el camino para su
beatificación.
Finalmente, para no cansarlos, pues estas apenas son algunas muestras de
esos signos esperanzadores, nuevamente Francisco nos sorprende con otro inédito
gesto que me ha conmovido profundamente en estos días: una foto del Nuncio
Apostólico en Nicaragua, junto al lecho del nonagenario Ernesto Cardenal, el
poeta sacerdote de Solentiname, suspendido por más de 30 años de su ministerio
por haber aceptado ser ministro de la revolución sandinista, esa misma que
quiso liberar de la dictadura somocista a tan atormentado pueblo y ahora lo
oprime peor que antes; igualmente juzgado, por no decir condenado de comunista
y ahora… restituido en su ministerio eclesial, con su estola sacerdotal sobre
los hombros, seguramente muy consolado de sentirse finalmente comprendido,
rehecho en su dignidad…
En medio de tantos motivos para desalentarse, por suerte hay también
motivos para alegrarse, máxime cuando son motivos extraordinarios, inesperados,
a veces inimaginados, gracias al coraje de hombres valientes que luchan por
acercarse a la utopía hasta rasguñarla y hacerla sentir como posible. Aquí la
vida se colorea, se reafirma en su pleno sentido y uno dice para sus adentros,
vale la pena seguir adelante, ¡siempre adelante!
Colofón: En estos días, el P Arturo Sosa, General de los Jesuitas, ha
anunciado las 4 Preferencias Apostólicas de la Compañía para los próximos 10
años, que nos impulsarán también a seguir rasguñando utopías: Compartir lo
mejor de nuestra espiritualidad (Ejercicios Espirituales y discernimiento); Caminar
junto a los pobres, los descartados del mundo, los vulnerados en su dignidad en
una misión de reconciliación y justicia; Acompañar a los jóvenes en la creación
de un futuro esperanzador; Colaborar en el cuidado de la Casa Común.
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