Luis Alfonso García Carmona
La victoria de José
Antonio Kast, principal opositor del comunismo en Chile, en las elecciones
presidenciales, es un hito que ratifica la tendencia de rechazo a la
izquierda radical en América Latina.
En su vecindad, Javier
Milei rompió la hegemonía que por años se dedicó a empobrecer a Argentina
y Bolivia logró superar un dañino régimen marxista que lo avasalló
durante 20 años. Ahora en Honduras, con el 98,77 % de las actas
escrutadas, el candidato del Partido Nacional lidera los resultados con
el 40,5 %, seguido del postulado por el Partido Liberal con el 39.2 %,
mientras que la candidata comunista apenas llega al 19,3 %.
La tendencia se
siente ya en otros países como Colombia, donde Abelardo de la Espriella,
un candidato independiente, con un discurso abiertamente opuesto al régimen de
Petro, gana cada día más aceptación en las encuestas de opinión, avance que se
evidencia en las multitudes que lo acompañan en las concentraciones por todo el
territorio nacional y en las 5 000 000 de firmas que recolectó en tiempo
récord, sin pagar a nadie por su apoyo.
Por los lados de Venezuela
se palpa un inusitado despertar de las gentes, a pesar del terrorismo de estado
que se aplica con crueldad a todo aquel que se atreva a disentir del régimen de
facto de Maduro. Ha sido prácticamente imposible para los “mamertos” de todas
las latitudes ocultar el surgimiento de indignidad mundial contra el régimen y
el acompañamiento solidario del mundo entero a la heroína María Corina
Machado, distinguida con el Nobel de Paz, por su lucha contra la
tiranía.
En las elecciones primarias obtuvo Jeanette Jara, la candidata
comunista del oficialismo, el 28,9 % de la votación, seguida de José Antonio
Kast, con el 23.9 %.
Obviamente, en la
segunda vuelta cada uno logró incrementar su resultado con el deslizamiento de
seguidores de otros partidos y de un “voto de opinión” conquistado a
través de los programas propuestos por los aspirantes a la primera
magistratura.
Hizo una sabia
elección el candidato Kast eligiendo temas que tocan directamente con el
bienestar del pueblo y con los principales conflictos que afectan a la
sociedad chilena, descartando temas de carácter ideológico que sirven más
para dividir que para unir a la Nación.
Priorizó su
propuesta en el ofrecimiento de “orden, seguridad y confianza”, sentidas
necesidades del pueblo chileno, cansado del caos, la violencia, la criminalidad
y la invasión de inmigrantes ilegales.
En desarrollo de su
programa, propuso reducir dramáticamente el gasto público, tomar medidas
inmediatas y eficientes para garantizar la seguridad, construir cárceles de
seguridad, para aislar del mundo exterior a los reclusos e impedir que sigan
delinquiendo desde el penal, ejercer control estricto sobre migraciones y
devolver a su país de origen a los ilegales, atacar con todo el peso de la ley
y de la fuerza pública a los delincuentes, y garantizar la estabilidad
tributaria.
Son alternativas
bien diferentes a las que en Colombia se pretenden perpetuar desde el Gobierno,
con el candidato del continuismo, Iván Cepeda, pero coinciden
ampliamente con el programa de gobierno del “tigre” Abelardo de la Espriella.
Como hemos visto anteriormente, la tendencia reinante en América Latina apunta
a la solución del orden, de la guerra a la criminalidad y a la garantía de la
seguridad para todos. Eso no puede tildarse de “extrema derecha como ya lo
hacen los compinches de Petro y sus “idiotas útiles”, los de las candidaturas
liliputienses.
No podemos ignorar
las grandes diferencias entre Chile y Colombia a la hora de elegir presidente:
1. Todavía en Chile
se respetan las instituciones y estamos presenciando cómo el mandatario
está cumpliendo en forma ordenada y respetuosa con el traspaso de funciones al
presidente electo. En cambio, el “camarada Aureliano” no pierde ocasión
para atentar contra la separación de poderes, la voluntad soberana del pueblo y
la Constitución que juro defender. Esa diferencia nos debe alertar pues, es un
peligroso enemigo, dispuesto a utilizarlos medios más ruines (todas las formas
de lucha) para perpetuarse fraudulentamente en el poder.
2. Además de los
problemas señalados por el presidente electo José Antonio Kast, padecemos en
Colombia de otras desgracias, que se han visto incrementadas en el actual
período: el narcotráfico, la corrupción, el terrorismo, el vandalismo urbano,
el dominio territorial por la guerrilla y los carteles de la droga, el
desmoronamiento de la fuerza pública, el crecimiento de los gastos de
funcionamiento del Estado, la elevación de las cargas tributarias, el
desbarajuste de los sistemas de salud y pensiones, la disminución de empleos
formales con reconocimiento de prestaciones y seguridad social, la mala calidad
de la educación, la impunidad y falta de castigo a los criminales, la
protección de la familia como núcleo central de la sociedad.
3. La composición
el Congreso es factor de vital importancia que impondrá a Kast una política
negociadora con los partidos afines a su programa para lograr su implantación.
En Colombia, es esta una cuestión que se debe solucionar con la mayor
celeridad. El candidato con mayores posibilidades de triunfo sobre la extrema
izquierda, Abelardo de la Espriella, no cuenta con un partido que tenga
representación parlamentaria ni inscribirá candidatos para el Congreso. Es hora
de que los jefes tradicionales de los partidos de oposición busquen una alianza
para lograr mayorías en el Congreso que apoyen al candidato de oposición que
resulte escogido. De otra manera, conduciremos al país a un cuello de botella
no deseado. Si no lo hacen, ¿quién puede hacerlo?
