José Alvear Sanín
En ninguno de los 1205 días de Petro ha
faltado un escándalo, sea el conato delictivo, la calumnia, el encubrimiento de
desfalcos, la justificación de secuaces o el desmentido de hechos evidentes,
siempre dentro del exhibicionismo procaz, el odio, la vulgaridad y la
desfachatez que motivan todos sus actos.
No contento con batir todos los récords
mundiales de la indignidad, algunos días protagoniza dos y hasta tres
escándalos adicionales al habitual, esto, sin tener en cuenta los trinos de su
incontenible verborrea de enajenado, lo que nos lleva a calcular un promedio
ponderado de 1.3 escándalos diarios, lo que eleva a 1566 el número de sus
asquerosas tergiversaciones y repugnantes manifestaciones de impreparación,
ignorancia, imprudencia, insidia, inverecundia, mendacidad y malevolencia.
No creo que, en la historia universal, a
partir de Calígula, se registre nada comparable. En múltiples ocasiones ha
bastado con un mero escándalo para la caída de gobernantes. En general, los
peores déspotas disimulan sus actos perversos y hasta aparentan virtud,
mientras el nuestro, en cambio, se solaza en la abyección.
Con la monótona repetición de actos
obscenos, protervos y nauseabundos, Petro ha logrado banalizar el escándalo
hasta convertirlo en un ejercicio rutinario, que no le ocasiona efectos
políticos desfavorables. El país se ha acostumbrado a considerar que la
indignidad presidencial es algo inevitable y baladí.
En consecuencia, ese individuo puede
ejercer el poder, cada día con mayor arrogancia y procacidad, sabedor, además,
de que nada le pasará, siempre que pueda contar con fiscalías y procuradurías
de bolsillo; Congreso venal; judicatura entre infiltrada y logrera;
programación filtrada y fletada en radio y tv; jefes políticos acomodaticios,
timoratos o chantajeables...
Como los escándalos son pan de cada día,
es prácticamente imposible señalar los 12 o 24 peores. De esta manera, los dos más
alarmantes de esta semana –la colaboración de Fiscalía y Gobierno en las
actividades de los amables “gestores de paz”, y la compra de los aviones más
caros y menos bien reputados–, tampoco van a estremecer al país ni afectarán al
orondo rufián que nos desgobierna. Al fin y al cabo, ya dizque apenas le faltan
ocho meses...
***
Mientras haya “mermelada”, es bien
posible que el Congreso dicte la Ley de Financiamiento y que la Corte
Constitucional declare exequible el raponazo del sistema pensional.
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El único colombiano que no ha sido
perjudicado por el Gobierno de Petro es Jhovanoty, simpático bufón que llena
todos los auditorios.
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