Rafael Uribe Uribe
Petro,
lejos de consolidar consensos, se ubica en el centro de una crisis que desborda
los límites de la gobernabilidad. Su estilo confrontativo y sus decisiones han
generado un ambiente de incertidumbre tanto en el plano interno como en el
internacional. Nuestra patria atraviesa una de las coyunturas políticas más
tensas de su historia reciente.
En
el escenario local, su insistencia en intervenir en asuntos electorales y
promover consultas populares que exceden las competencias presidenciales ha
sido ampliamente cuestionada. La disputa con el Congreso y las Cortes se ha
intensificado, paralizando varias de sus reformas clave. La renuncia de
ministros y la fractura de su coalición reflejan un gobierno debilitado, con
crecientes dificultades para sostener su agenda.
La
tensión se ha trasladado también al ámbito internacional. La decisión de
Estados Unidos de revocar la visa del presidente, tras sus declaraciones en
Nueva York instando al ejército norteamericano a desobedecer a su comandante en
jefe, marcó un punto de quiebre en la relación bilateral. Washington, principal
socio comercial y estratégico de Colombia, ha encendido alarmas sobre el futuro
de la cooperación en seguridad y comercio. Mientras tanto, el respaldo de dirigentes
del chavismo venezolano a los discursos de Petro refuerza la percepción de un
giro ideológico que inquieta a sectores moderados y empresariales.
Esta
crisis no responde únicamente a un error diplomático o a un exceso retórico,
sino a un estilo que privilegia la confrontación sobre el consenso. No cabe
duda de que esta actitud no es un hecho aislado, sino una estrategia calculada
para presentarse como víctima del “imperio”, con fines estrictamente
electorales.
El
desenlace aún es incierto. Petro conserva respaldo popular en algunos sectores
que lo ven como un líder dispuesto a desafiar a las élites tradicionales. Sin
embargo, la creciente desconfianza de otros actores políticos y económicos
plantea un escenario complejo. El presidente no parece dispuesto a rectificar
el rumbo ni a buscar acuerdos; insistirá en una estrategia de choque que podría
dejar al país en una encrucijada aún más profunda. Su objetivo: conservar a sus
aliados en el poder en 2026. ¡Abramos los ojos!
Pero
que no se haga muchas ilusiones. Torear el avispero del hombre más poderoso del
mundo, justo cuando ha decidido combatir con todas sus fuerzas el narcotráfico,
su defensa a Maduro, el Cartel de los Soles y el Tren de Aragua lo pone a él y
a sus aliados del ELN, las FARC y el Clan del Golfo en la mira. Y a Trump no le
tiembla la mano para proceder como lo estime.
El
Rincón de Dios
“Porque
Dios no nos dio un espíritu de timidez, sino un espíritu de fortaleza, de amor
y de buen juicio” 2
Carta a Timoteo 1,7
