Rafael Uribe Uribe
“Para atrás,
como el cangrejo”, decía mi madre cuando nos portábamos mal. Y no hay frase que
describa mejor el retroceso que ha sufrido Colombia en la lucha contra el
narcotráfico, gracias a una cadena de decisiones políticas que parecen sacadas
de una tragicomedia.
Todo empezó
con el gobierno de Juan Manuel Santos, quien, en su afán por complacer a unos
bandidos que luego le hicieron pistola con los dedos de los pies, incluyó en el
acuerdo de paz de 2016 la prohibición de la fumigación con glifosato. ¿La
razón? Un informe que sugería que el químico podría causar cáncer. Pero,
curiosamente, ese riesgo solo aplicaba si se usaba en cultivos de coca ubicados
en zonas selváticas, es decir, el peligro allí era para los micos. En los
cultivos alimenticios en zonas pobladas, el glifosato era milagrosamente
inocuo.
Como era de
esperarse, los cultivos pasaron de unas 40.000 hectáreas en el momento de
firmar la “paz” a unas 200.000 al final del mandato de Santos.
A Petro eso le
pareció fantástico. Para él, la coca es menos dañina que el whisky. Y con sus
camaradas de lucha —las Farc, el ELN y otros secuaces— debía construir la
“exitosa Paz Total”, que permitió que los cultivos ilícitos llegaran hoy a unas
330.000 hectáreas. Los traquetos, no guerrilleros como se quieren mostrar,
dominan más de 700 municipios, y Colombia produce el 70 % de la coca que se
consume en el mundo.
¿Fumigación?
Ni hablar. ¿Erradicación manual? Un chiste. ¿Incautaciones? Solo cuando los
narcos se hacen los de la oreja mocha. Claro, las cifras parecen mayores que
antes: no es lo mismo la producción de 40.000 hectáreas que la de 330.000; pero
los gringos no son pendejos.
Para animar el
sainete, Petro defiende a Maduro, catalogado como jefe del cartel terrorista de
los Soles —que para él no existe— y crea, mediante memorándum, una zona
bilateral en el Catatumbo con 50.000 hectáreas de coca que abastece al cartel
“inexistente”, con salida directa por Venezuela.
Ahí no paran
las cosas. En sus deshilvanados discursos de odio, Petro critica a Donald
Trump, el hombre más poderoso del mundo —aunque no lo crea—. Como digo yo:
jugando fútbol con la lonchera.
Con la obvia
desertificación quedamos como reyes: en la lista negra al lado de Afganistán,
Birmania, Venezuela y Bolivia, gran orgullo para nuestra patria y su
desgobierno. ¡Petro es un bacán!
El Rincón de Dios
“Mi pasado,
Señor, lo confío a tu misericordia, mi presente a tu amor, mi futuro a tu
providencia”.
