miércoles, 17 de septiembre de 2025

Crónica: la paz que cultiva coca

Rafael Uribe Uribe
Rafael Uribe Uribe

“Para atrás, como el cangrejo”, decía mi madre cuando nos portábamos mal. Y no hay frase que describa mejor el retroceso que ha sufrido Colombia en la lucha contra el narcotráfico, gracias a una cadena de decisiones políticas que parecen sacadas de una tragicomedia.

Todo empezó con el gobierno de Juan Manuel Santos, quien, en su afán por complacer a unos bandidos que luego le hicieron pistola con los dedos de los pies, incluyó en el acuerdo de paz de 2016 la prohibición de la fumigación con glifosato. ¿La razón? Un informe que sugería que el químico podría causar cáncer. Pero, curiosamente, ese riesgo solo aplicaba si se usaba en cultivos de coca ubicados en zonas selváticas, es decir, el peligro allí era para los micos. En los cultivos alimenticios en zonas pobladas, el glifosato era milagrosamente inocuo.

Como era de esperarse, los cultivos pasaron de unas 40.000 hectáreas en el momento de firmar la “paz” a unas 200.000 al final del mandato de Santos.

A Petro eso le pareció fantástico. Para él, la coca es menos dañina que el whisky. Y con sus camaradas de lucha —las Farc, el ELN y otros secuaces— debía construir la “exitosa Paz Total”, que permitió que los cultivos ilícitos llegaran hoy a unas 330.000 hectáreas. Los traquetos, no guerrilleros como se quieren mostrar, dominan más de 700 municipios, y Colombia produce el 70 % de la coca que se consume en el mundo.

¿Fumigación? Ni hablar. ¿Erradicación manual? Un chiste. ¿Incautaciones? Solo cuando los narcos se hacen los de la oreja mocha. Claro, las cifras parecen mayores que antes: no es lo mismo la producción de 40.000 hectáreas que la de 330.000; pero los gringos no son pendejos.

Para animar el sainete, Petro defiende a Maduro, catalogado como jefe del cartel terrorista de los Soles —que para él no existe— y crea, mediante memorándum, una zona bilateral en el Catatumbo con 50.000 hectáreas de coca que abastece al cartel “inexistente”, con salida directa por Venezuela.

Ahí no paran las cosas. En sus deshilvanados discursos de odio, Petro critica a Donald Trump, el hombre más poderoso del mundo —aunque no lo crea—. Como digo yo: jugando fútbol con la lonchera.

Con la obvia desertificación quedamos como reyes: en la lista negra al lado de Afganistán, Birmania, Venezuela y Bolivia, gran orgullo para nuestra patria y su desgobierno. ¡Petro es un bacán!

El Rincón de Dios

“Mi pasado, Señor, lo confío a tu misericordia, mi presente a tu amor, mi futuro a tu providencia”.