Fredy Angarita
Hace poco participé en un taller llamado Somos
naturaleza. Allí, entre reflexiones, ejercicios colectivos y lecturas
compartidas, me encontré con una teoría que me resonó profundamente. Proviene
de la filósofa y bióloga feminista Donna Haraway, y fue como un golpe
profundo: una invitación a pensar de otro modo.
En su libro Seguir con el problema,
Haraway nos propone dejar de entender el mundo desde divisiones rígidas: humano
/ naturaleza, ciencia / cultura, yo / otros. Nos invita a
pensar en red, en lo tentacular, en lo híbrido. En lugar de buscar soluciones
tecnocráticas o resignarnos al desastre, sugiere algo más radical: componer
mundos con otros, animales, bacterias, plantas, (…) con lo viviente en toda su
complejidad, y sumarle las teorías, las tecnologías, las ciencias, etcétera.
En ese taller aprendí una palabra nueva que me
acompaña desde entonces: holobionte.
Haraway lo repite en distintos textos: “Ningún
ser vivo es singular; todos somos holobiontes.” Un holobionte es un ser
compuesto por muchos organismos que coexisten en simbiosis. Es decir: tú no
eres solo tú. Eres una comunidad. Tu cuerpo está formado por células humanas,
pero también por millones de bacterias, virus, hongos, microorganismos. No
somos individuos aislados, somos sistemas vivos interdependientes. La
noción de holobionte proviene de la biología, pero hoy se expande a las
humanidades, a la política, a lo social.
¿Y si pensáramos la sociedad como un
holobionte?
Encontré una analogía que también me sigue
dando vueltas:
Elemento
del holobionte |
Analogía
de la sociedad |
Célula humana principal |
Individuo humano (ciudadano, persona común) |
Bacterias
simbióticas |
Redes de apoyo,
comunidad, familia, vecinos |
Virus latentes |
Conflictos sociales, traumas, tensiones históricas |
Microorganismos
oportunistas |
Corrupción, violencia
estructural, oportunismo |
Interacción simbiótica o patológica |
Solidaridad o fragmentación social |
Ecosistema
del cuerpo (intestino, piel) |
Barrio, ciudad,
territorio |
Sistema inmune |
Justicia, educación, instituciones sociales |
Pensar así cambia
muchas cosas. Nos recuerda que:
* Una sociedad no puede estar sana si sus
“microorganismos” están en guerra.
* La diversidad no es amenaza, es sostén
de la vida.
* No existe la autonomía absoluta, somos
red, cuerpo extendido, sistema colectivo.
* La violencia es como un virus: se
reactiva cuando el sistema inmunológico (la justicia, la educación, el diálogo)
se debilita.
Desde esta mirada, la convivencia no es una
meta: es una condición de supervivencia. No hay bienestar posible si uno cree
que puede salvarse solo, no hay justicia que funcione sin tejido social, no hay
futuro sin interdependencia.
Vivimos en un holobionte
Y tal vez la pregunta no sea cómo curar el
sistema, sino cómo cuidar la red, cómo nutrirla, cómo desintoxicarla,
cómo volver a escucharla.
Al final, como diría Haraway, no se trata de salir
del problema, sino de aprender a vivir con él, con otros, entre otros,
en compañía de lo vivo.
Excelente reflexión, volvemos al principio...el statu Quo girando
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