Sentado en un vuelo nocturno, cruzando el océano para
llegar a Río de Janeiro, Brasil, observando el anochecer por la mirilla del
avión, pensé obviamente en la inmensidad del mundo, de lo bello que se ve desde
arriba, de lo placentero al sentir esa sensación de sosiego, armonía y placides,
pero, al instante, se me vino de frente una oleada de dolor que me quitó de
tajo, esos bellos y lindos momentos de tranquilidad.
Me devolví a Colombia a la tierra de más de 50 millones de
habitantes, que requiere con urgencia un destino mejor, una buena calidad de
vida, armonía entre sus conciudadanos y respeto por la norma, tolerancia y
disciplina,
Mi mente se quedó literalmente clavada en ese momento,
impidiéndome distraerme y lograr reflexionar sobre el mundo. Literalmente fue
una regresión a la realidad, a que no pensara en lo bonito de las cosas porque
no lo merecía ni yo, ni Colombia. Debía continuar rumiando como el ganado,
constantemente, lo que nos está pasando. No debe haber ni sosiego ni paz en mí,
y así fue como entendiendo ese mensaje escribo este documento con el solo
interés de hacer que todas aquellas personas que vivimos en Colombia, los que
la abandonaron por múltiples razones y sentimos dolor de patria, reflexionemos
solos y luego en grupo para sacar conclusiones y poder tener las ideas claras
para convertir esta nación, no solo en un país próspero, sino en un país en el
que brille y se sienta la espiritualidad comprendida como esa paz interior que
nos lleve a todos por el camino del servicio, el respeto y el amor por los
demás.
He dicho en varias ocasiones que estamos divididos en
Colombia, no por causa de los mismos ciudadanos, sino por los politiqueros que
abusan del poder, que se abrogan el derecho, la
facultad de incitar al odio, a exacerbar la guerra de clases, a promover la violencia,
en busca de réditos para llevar a Colombia por el camino de la pobreza y la
violencia.
Es verdad, y nada más que la verdad, que el hombre que
gobierna nuestro país, tiene serios y graves problemas de conducta; lo dicen
exministros, gobernantes de otros países y, además, son de conocimiento público
sus continuas erratas de comportamiento nacionales e internacionales, que hacen
que no sea apto para gobernar.
No respeta la democracia, no cree en ella, la utiliza para
el logro de sus propios objetivos y los del Foro de Sao Paulo, que son sus
verdaderos patronos; ataca la institucionalidad de nuestra patria, se va en
contra de las cortes y del Consejo de Estado, cuando le tumban, como es
habitual, leyes, decretos y demás inventos que en su mente creativa considera
que son buenos.
Como una fiera herida, sin argumentos, pone en la picota pública
a los que votan en contra de sus proyectos, los tira a los leones, en este caso
a los de La Primera Línea, como tiraban a los cristianos en el Coliseo Romano y
allí, enceguecidos, los mataban.
Colombia requiere sensates, no a un mesiánico en el poder,
y si no, ¿piensen ustedes en una sola cosa buena que haya realizado este hombre
en el país, en el tiempo que lleva de gobierno, que esté dirigida a combatir
las desigualdades sociales?
Todo es caos, ministros y viceministros que no duran, peleas
internas en el entorno del presidente, actos de corrupción por todos lados,
como en la Ungred, Ministerio de Salud, carro tanques, Ecopetrol y muchos más,
y así vamos por el despeñadero.
No lo permitamos. Salvemos unidos la patria.