En el mundo del deporte, del
cual yo me mantengo a prudente distancia salvo por mi fanatismo hacia el fútbol
y alrededor del Atlético Nacional, se distingue entre juegos de equipo y juegos
individuales, siendo ambos ejercicios de alta exigencia.
Un común denominador, salvo
excepciones como las regatas, es que en los juegos de equipo la mayoría se desarrolla
alrededor de una pelota. Veamos por ejemplo el fútbol, el baloncesto, el
béisbol, el tenis, el ping pong, el voleibol, el cricket, el fútbol americano,
el golf, el hockey, el sóftbol, el polo, el balonmano, el waterpolo, entre
otros tantos.
Los juegos individuales, con algunas
excepciones como el tenis, el billar o el golf, no: boxeo, natación, atletismo, gimnasia, tiro,
arco, lucha, karate, judo, esgrima, ecuestres, surf, esquí, entre otros varios,
entre los cuales se encuentran el ciclismo y el patinaje que pudieran ubicarse
en los dos escenarios.
Lo cierto es que, en un país
como Colombia, con nuestra propia idiosincrasia, con nuestros factores
positivos y negativos, los éxitos deportivos los alcanzamos con juegos
individuales, es decir, con esfuerzo personal y no grupal.
Los deportes individuales no
convocan ni mueven multitudes como sí lo hacen los grupales.
Los mayores éxitos deportivos de
Colombia los hemos obtenido a través del ciclismo, el patinaje, el atletismo,
la lucha, el boxeo, el tiro, las pesas y la gimnasia. Esporádicamente se dan
algunos triunfos aislados en otras disciplinas.
Por su parte, el fútbol genera
pasiones, expectativas, esperanzas y fuerzas socio culturales de unión y de
amalgamación a través de un equipo profesional o de una selección nacional.
Lamentablemente, hablando de la Selección,
los triunfos se han tornado esquivos y debemos contentarnos –hasta la fecha–
con ser buenos animadores de torneos, pero sin ningún título importante en
nuestra historia.
Alguien argumentará que es
cuestión cultural aquello de que no sabemos trabajar en equipo, que somos
egoístas e indisciplinados, que no respetamos las reglas ni los planteamientos
y que finalmente todo esto lleva a que seamos unos sempiternos segundones.
Lo que es cierto es que el deporte
hoy, aporta los “nuevos gladiadores” modernos y que de alguna manera el deporte
se ha convertido en una especie de “opio” que no solo entretiene, sino que,
además, distrae, compromete y hasta enloquece a las masas, en gran medida
debido al crecimiento e influencia de los medios de comunicación.
En los últimos años hemos
alcanzado alguna visibilidad a nivel olímpico, trabajo que con plena seguridad
se irá al traste debido a la negligencia y a la desatención que el actual Gobierno
le ha dado a este importante aspecto social.
Lamentablemente la preparación
para un certamen olímpico requiere tiempo y el cumplimiento de las diferentes
jornadas y calendarios que van desde lo local, lo departamental, lo nacional,
lo bolivariano, lo suramericano, lo panamericano y lo mundial.
Bueno, digamos que este ir y
venir va acompañado de una falta de continuidad, que es otro de los factores
que nos distingue como país subdesarrollado.
Esperemos que nos vaya mejor en
la próxima reencarnación.