En estos días terminé de leer el
libro “El mundo: una historia de familias”, escrito magistralmente por
Simón Sebag, lo cual me llevó así mismo a releer el texto “El libro negro de
la humanidad”, escrito por Matthew White y la conclusión a la que uno puede
llegar a grandes rasgos es que los humanos somos una especie violenta y
despiadada como puede verse a través de los registros históricos desde las
tablillas cuneiformes hasta nuestros días.
Somos una especie violenta,
tenemos un ADN violento, las pasiones nos guían y las ansias de poder, los
distintos tipos de interés y el sexo, nos han llevado a conflictos, guerras,
genocidios y lo que parece absolutamente inexplicable es que no nos hayamos
aniquilado completamente desde hace mucho tiempo: somos unos verdaderos
vándalos asesinos.
Se crean imperios, caen
imperios, aparecen líderes que son reemplazados por otros líderes, las
sucesiones no respetan ni credo ni condición, no existe la piedad ni la
clemencia ni la misericordia para los derrotados y las grandes obras de
infraestructura de cualquier tipo, construidas en cualquier tiempo, en cualquier
lugar del mundo, han sido realizadas por esclavos cuyos cadáveres ultrajados
están en sus propias cimientes.
No se respeta ni el género, ni
la edad, ni la unidad familiar, ni la identidad tribal. Todos, a través del
tiempo y el espacio geográfico, han sido masacrados y han empleado la violación
como instrumento sistemático de humillación para los perdedores y de disfrute
para los ganadores.
Mujeres y niños han sido siempre
los mártires de turno y al sol de hoy todavía vivimos y somos testigos de esta
masacre sistemática y continuada.
El Homo sapiens es
solamente una etiqueta producida por la soberbia de los propios hombres que en
su momento destruyeron a sus otros competidores.
El llamarnos a nosotros mismos
desde épocas inmemoriales como hijos de los dioses, en algunos casos hechos a
su imagen y semejanza, evidencia nuestra presunción, nuestra absoluta soberbia,
pero deja muy mal parados a todos los dioses.
Algunos dirán que esta
exposición es negativista y que la mayoría de los “buenos somos más”, lo
cual respeto profundamente, pero dejo claro que estas posturas ingenuas son
producto de la desinformación, del negacionismo o de una ignorancia supina. Esos
“buenos” a los que se pueden referir algunos, son la carne de cañón, las
víctimas históricas que han sido amenazadas, perseguidas, violentadas,
torturadas, violadas y aniquiladas por los diferentes personajes ansiosos de
poder y por las diferentes instituciones que han defendido los intereses de los
poderosos de turno, quedando claro que no se salva ninguna institución que haya
existido o exista en el planeta. Acepto que, como en cualquier actividad
humana, alguna o algunas puedan ser la excepción.
Todo esto se enredó cuando el
primer híbrido de simio y hombre dijo la expresión “mío”.
Ahí comenzó todo, lo mío
no es lo tuyo, y si yo soy más fuerte, pues los tuyo va a ser mío.
No queda títere con cabeza. Los
espacios geográficos, las riquezas naturales, el agua, los pueblos y las
ciudades y, sobre todo, la abundancia de esclavos potenciales... los humanos
del común.
Uno podría decir ante estas
circunstancias que el “proyecto humano” ha fracasado.
La Caja de Pandora es un recipiente
de la mitología griega, que, según el relato, contenía todos los males del
mundo. Pandora, la primera mujer creada por los dioses, recibe la caja con la
prohibición de abrirla, pero finalmente cede a la curiosidad y libera todos los
males, trayendo sufrimiento a la humanidad. Al abrirla, todas las pasiones se salieron de la
caja para perjuicio del hombre y la única que quedó fue la esperanza.
Aquí nos queda pues la esperanza
de que algún día los sapiens actuemos como tal, antes de que seamos
reemplazados por otra especie.
Parodiando un cuento de la
antigua Yugoslavia, digamos: “Con 2 eslovenos se forma un coro. Con 2 croatas
se forma un parlamento. Con 2 serbios se forma un ejército…, en Colombia con
cada 2 de nosotros se forma un conflicto interno”.