Muy a nuestro pesar, muchos de
los esfuerzos y de las acciones que hacemos los humanos para hacerle frente a
algunas situaciones de complejidad, ya han dejado de ser efectivos y se han
convertido en simples convocatorias llenas de buena voluntad y que muchas veces
parecen más bien estrategias de los gobernantes para dejar constancia de que
algo se hace aun cuando los resultados no se vean y se sepa de antemano que el
efecto real será simplemente simbólico.
Tal es el caso de los consejos
de seguridad que se convocan tanto en la ONU como en el país.
Después de una demostración de
fuerza de algún contradictor, se convoca a una reunión de emergencia, donde
funcionarios y personajes con mirada adusta, se encierran a discutir sobre el
tema y usualmente a expedir como conclusión una serie de medidas simbólicas que
casi nunca llegan a nada.
Otra instancia son las llamadas mesas
de negociación o mesas de diálogo, espacios temporales que se crean
para enfrentar una reclamación por las vías de hecho y que la mayoría de las
veces están lideradas por funcionarios que no tienen las atribuciones
suficientes para decidir y comprometerse con ningún tipo de acuerdo, por lo
cual se focalizan en dilatar y firmar unos pretendidos acuerdos que usualmente
se van a incumplir.
Ante las realidades de un mundo
globalizado, cuando se presentan crisis comerciales, se habla de la urgente
necesidad de abrir nuevos mercados, lo que se está diciendo desde los
años 60 y no se concreta, quedando simplemente en un postulado que se vuelve
lugar común para los funcionarios mediocres tanto públicos como privados.
Cuando se presentan asesinatos o
crímenes contra la sociedad, de alto impacto comunicacional, obviamente no
falta la expresión por parte del funcionario entrevistado de turno del inicio
de una investigación exhaustiva, a la cual no se le hace seguimiento y
finalmente será opacada o echada al olvido cuando se presente otro suceso
trágico.
Ante una tragedia humanitaria,
los compromisos de ayuda, reubicación y/o reconstrucción nunca faltan, a
pesar de no saberse a ciencia cierta si se cuenta o no con los recursos
necesarios.
Ni que hablar de las ingenuas y
bellas invitaciones del Papa para orar por la paz, las cuales
simplemente se han convertido, y lo digo con todo respeto, en un canto a la
bandera.
En lo local, conceptos
importantes como el de programa de gobierno y el de plan de
desarrollo se han convertido en conceptos de forma con los cuales hay
obligatoriedad legal de elaboración y en teoría de cumplimiento, a pesar de que
ya hemos aprendido a elaborar propuestas tan generales, que todo lo divino y
todo lo humano podría ser argumentado como incluido dentro de la gran sombrilla
que recoge todo lo que se necesite demostrar o al menos evidenciar.
En un terreno más mundano, los
llamados microciclos para preparación de grupos particulares de
futbolistas de cara a la Selección Colombia de Fútbol se han convertido en
espacios para dejar constancia de que se está pensando en el proceso de relevo
generacional, lo cual tendría luces de mediano y largo plazo. Cuando ya no son
sinónimos los conceptos de entrenador y seleccionador, la cosa se enreda.
Recordemos a la escritora Camila
Sosa cuando sentencia: “Vivir es peligrar; no se puede salir ileso de la
vida”.
Y esta otra joya del Papa
Francisco: “La autoridad que no es servicio es dictadura”.