José Alvear Sanín
Siempre en los parlamentos, cuando el
partido de Gobierno no tiene la mayoría absoluta, se arman coaliciones a base
de ministerios, empleos y prebendas, para lograr la aprobación de los proyectos
de ley que presenta el Ejecutivo.
En Colombia nunca tuvimos régimen
parlamentario, pero los gobiernos completaban mayorías comprometiendo
congresistas. Al representante X se le colocaba el hijo bobo; al senador Y se
le nombraba la querida...
A veces el voto se compraba enviando al
parlamentario a conocer Italia...
Aquellos eran “pecados veniales”, pero
luego se inventaron los auxilios parlamentarios, los cupos indicativos y otros
eufemismos, para disimular el soborno, hasta llegar finalmente a la mermelada.
Esta última, por su inocente nombre,
empezó a repartirse cada vez con menor sigilo bajo Juan Manuel Santos, y
constituye el mecanismo supremo del actual Gobierno, que la reparte ahora sin
tapujos, en cifras, esas sí, galácticas.
Ahora en el Congreso hay dos grupos que
no reciben mermelada: los del Centro Democrático —por estar en la oposición—, y
los del Pacto Histórico —por ser del Gobierno—. Entre esos dos extremos hay
muchos congresistas de partidos que se dicen democráticos y hasta
“independientes”, cuyos votos están en el mercado, lo que quiere decir que su
precio depende de la oferta y la demanda.
La oferta es “elástica”, en el sentido
de que hay legisladores que no siempre venden el voto, sea por tardía
conversión moral, sea por temor a ser señalados. Del mayor o menor número de
votos ofertados, el demandante, es decir el Gobierno, determina hasta dónde
puede o quiere pagar...
Lo anterior significa, ni más ni menos,
que hay leyes más costosas que otras...
A partir de agosto 2022, en Colombia
solo hay bonanza en dos sectores: el narcotráfico y el legislativo. El primero
vende estupefacientes, y el segundo, votos.
El precio del voto parlamentario es
fluctuante, porque se cotiza en una bolsa clandestina y de pocos operadores,
pero en general tiende al alza, porque a mayor desgaste y desprestigio del
comprador —el Gobierno—, aumenta el poder del exigente vendedor.
Por otra parte, la mermelada es adictiva
y conduce a ingesta compulsiva, pero para tranquilidad de los vendedores, los
proyectos de ley que la requieren son abundantes.
Las cifras de $3.000 millones para el
senador Alfa y $1.000 millones para el representante Beta, están al parecer ampliamente
superadas. Según indicios, los billones “direccionados” a los congresistas
desde la UNGRD no son los únicos destinados a esos fines por el Gobierno,
porque se siguen conociendo otras fuentes. Noticias Caracol (marzo 5/25)
“conoció una lista en poder de la Fiscalía —suministrada por la señora
Benavides, asistente del ministro Bonilla—, que hace parte de las pruebas que
demostrarían cómo se repartieron contratos de Invías por más de $350.000
millones de pesos entre los miembros de las Comisiones Económicas del Congreso.
Si dividimos esos $%350.000 millones
entre los 27 legisladores, ya señalados con nombre y apellido, da un promedio
de 12.962 millones por contrato, suma que, después de compartir con el
ingeniero cómplice, debe dejar una cifra apreciable de 40 o 30% del monto, en
el caso improbable de que la carretera sí se construya...
La generalización anterior es, desde
luego, apenas didáctica, para dar idea de lo que puede rendir la mermelada.
Tocaría a la Fiscalía desmenuzar contrato por contrato y legislador por
legislador, cosa que tardaría varios años antes de conclusiones, suponiendo que
ese organismo fuera impoluto y no dejara precluir la investigación, etcétera.
Por eso, estas notas buscan solamente
llamar la atención sobre la aterradora dimensión de la corrupción y sobre la
imposibilidad de que un Congreso embadurnado detenga los letales proyectos de
ley con los que el actual desgobierno llevará al país al caos y la miseria, con
la eficaz ayuda de tantos congresistas, que saldrán, cuando Colombia esté como
Venezuela, a gozar vida de multimillonarios en España, mientras sus
compatriotas padecen el hambre y todas la carencias médicas y asistenciales que
vendrán con la reforma a la salud, que acaban de aprobar.
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¿Habrá también mermelada para
magistrados, jueces y grandes medios de comunicación?