La verdadera madurez se comienza
a alcanzar cuando el optimismo se vuelve prudente y la sorpresa ya no es tan
frecuente y ya no causa los impactos de antaño.
El ciclo de la vida se
ejemplifica con varias etapas: nacer, crecer, madurar, decaer y morir.
Veamos algunos casos en los
cuales se advierten con anticipación una serie de sucesos que acompañarán el
desarrollo de vida de ciertos humanos representativos.
En el caso de los artistas,
sobre todo los cantantes y actores, van surgiendo poco a poco, se acompañan de
algunos con más reconocimiento para que los impulsen, buscan ser distinguidos a
través de videos, giras, y conciertos y las redes sociales se encargan de
catapultarlos o de enterrarlos sin haber comenzado.
Una vez adquieren el triunfo y
consiguen fama y dinero, lo cual es legítimo, se dan gusto accediendo a bienes
y lujos particulares como mansiones, automóviles, aviones, joyas, entre otros
varios. Y comienzan a filtrar “romances con gente del medio”, como si fuera
parte de una campaña publicitaria preconcebida, para luego casarse,
embarazarse, tener un hijo, regresar a los escenarios y luego divorciarse, con
las excepciones propias de cualquier actividad humana. Luego retoman su carrera
cada vez más efímera, anuncian el primero de varios retiros y luego se van
apagando, no sin antes intentar ser empresarios con actividades como
restaurantes, bares, discotecas, u otras asociadas a los distintos tipos de
farándulas.
Un esquema similar se evidencia
en futbolistas que pintan bien desde las inferiores de sus equipos, luego de 5
o 6 partidos exitosos son identificados por cazatalentos foráneos que los
compran barato, haciendo una apuesta por su futuro y los llevan a otros países
donde puede que se adapten o no y donde los que logran sobresalir aseguran un
futuro que incluye ciertos lujos, modelos y publicidad.
Los políticos de carrera no se
escapan a estos itinerarios y de “carga ladrillos” y “tirapiedras”, van
ascendiendo por diferentes cargos burocráticos, siempre a la sombra de un jefe
político ante el cual se muestra incondicionalidad si se quiere seguir subiendo
por la escalera del “éxito”, hasta llegar a los más altos peldaños. Los pocos
que llegan a la cima van consolidando sus propios feudos para tratar de
perpetuarse en los nichos burocráticos y así seguir disfrutando de las “mieles
del poder”, cada uno en su propia dimensión. Algunos al entrar en años se
retiran y posan de periodistas, de profetas, de ancianos de la tribu, sin
abandonar a través de los recónditos y elaborados tejidos de micropoder que han
construido durante su carrera, seguir teniendo alguna visibilidad, alguna vigencia
y alguna presencia, ya que culturalmente en este país los políticos no se saben
ni se quieren retirar a tiempo.
Bajo otra perspectiva, en un
país como Colombia con asombrosas y casi que ilimitadas posibilidades, aparecen
de cuando en cuando personajes que toman del baúl de las promesas incumplidas,
de las obras truncas o de los propósitos irrealizados, asuntos, temas u obras
que se sabe que se necesitan, que son deseables, que son posibles pero que, por
falta de voluntad política y capacidad gerencial, no se han llevado a cabo y
que muchas veces son empleadas como distractores.
Famoso era en su época el doctor
Goyeneche, cinco veces candidato presidencial, el hombre que, como dirían
algunos, hizo del disparate y lo absurdo su forma de hacer política y quien
tenía como propuestas centrales “pavimentar el río magdalena” para evitar
inundaciones y “ponerle techo a bogotá”, para evitar las lluvias, propuestas no
muy lejanas a aquel sueño de Marandúa y a los trenes rápidos entre lugares
insospechados liderados por otros presidentes en su momento.
Reconstruir la red de
ferrocarriles, mejorar las redes de carretas, llevar agua potable y energía a
todos los rincones del territorio nacional, superar los problemas históricos y
estructurales de La Mojana y del Canal del Dique, asegurar la navegabilidad del
Río Magdalena, garantizar la soberanía alimentaria y la soberanía energética,
construir el Canal Interoceánico, recuperar el patrimonio cultural arqueológico
sacado ilegalmente del país, rescatar los tesoros del Galeón San José, rescatar
de la pobreza histórica al Chocó y a la Guajira, entre otros tantos, son
proyectos que algún día y bajo cualquier variedad de esquemas han de ser
realizados.
Años que pasan y años que
llegan. Gobernantes que pasan y gobernantes que llegan. Sucesos noticiosos que
pasan y olvidos o historias o mitos que llegan.
El ciclo de la vida, si nos
descuidamos, se convierte en una pesada y agobiante rutina.
Como atados a una noria, y tal
como lo describe bellamente la letra de la canción “El camino de la vida” del maestro
Héctor Ochoa, vamos recorriendo un sendero más o menos tradicional donde las
ejecutorias de cada etapa de la vida nos van mostrando a su vez nuevas
realidades y vidas que debemos aprovechar para no caer en la melancolía, en la
añoranza, o simplemente en el hecho de que nos quedamos estancados en una de
las etapas y damos por truncado el ciclo vital.
Es necesario pensar en grande y
mirar siempre para adelante, sin temor, buscando vivir una vida plena y en
armonía con los demás.
Ahora bien, y rescatando el
dicho popular, “A dónde flores, sino hay jardín”.