José Leonardo Rincón, S.J.
Por estos días de
Navidad, el cerdo ocupa un primerísimo lugar en las apetencias gastronómicas.
Llamado también chancho, lechón, cocho, puerco, marrano, cochino, entre otros,
denigrado por unos, rechazado por otros, apreciado y saboreado por el resto, se
ha movido entre el triste anonimato y el exitoso protagonismo.
Sé que los judíos lo
tienen proscrito y por eso mismo yo no entendía qué infame gentil o extranjero
los tenía por allí y por qué el expulsado mal espíritu del endemoniado va a
parar a una piara cercana y los robustos y posesos personajes terminan tirándose
por un acantilado. Auténtica hecatombe económica para el dueño.
Pero en España, de
quienes heredamos tantos gustos culinarios, es otra su suerte: sabemos de su
cotizado jamón de bellota, ese sin igual jamón serrano, las morcillas de
Burgos, el chorizo y otros embutidos en diversas presentaciones. Y aquí en
Colombia, ¡ni se diga! Su suerte es total, pues hace presencia triunfal en
diversidad de platos que hacen alborotar los jugos gástricos: la recién
premiada lechona, catalogada como el mejor plato de cerdo a nivel global, la
rellena, las salchichas, butifarras, longanizas, tamales, crujientes
chicharrones, en fin... sale muy bien librado porque se le come todo: desde la
cabeza, orejas incluidas, hasta las pezuñas que dan un toque sin igual a los
frijoles.
Con razón mi amigo Mario
Mejía, un jesuita salamineño que presumía de su origen paisa, pues por sus
venas no corría sangre sino aguadepanela, con solemne acento regional decía:
"A mí no me den cerdo, que eso es muy fino, a mí sírvanme marrano, que eso
sí sabe bueno". Murió cargado de colesterol, pero contento de saborear
tamañas exquisiteces.
Sin embargo, en el
vocabulario cotidiano, a veces se le trata despectivamente: "No sea
cochino, no sea puerco", "ese es mucho cerdo"... y a lo que
veníamos: la suerte que le espera: "A todo marrano le llega su hora",
para sentenciar el final que siempre tendrá, trágico para sí, pero motivo de
fiesta y celebración para quienes están a su alrededor.
Y aquí el salto lírico
con tinte político, que sirve de colofón, a modo de cierre de nuestro escrito
de hoy: el mal proceder de todos los líderes políticos que se han transformado
en dictadores y tiranos termina mal para ellos y felizmente para el pueblo.
Nerón, Hitler, Mussolini, Gadafi, Hussein, Al Assad esta semana... todos
ellos... nos recuerdan la sentencia popular: "A todo marrano le llega su
hora". Un cordial mensaje para Ortega, Maduro, entre otros, de los que les
caiga el guante para que se los chante... y de todos aquellos que siguen sus
equivocados pasos, ya saben cuál es su suerte. No se diga más.