José Alvear Sanín
El comunismo tiene sus ismos: leninismo,
estalinismo, castrismo, chavismo, tantos como los líderes, pero en el fondo
todos son lo mismo. Varían en la intensidad, la represión, las matanzas y en la
eficacia en la destrucción del modelo económico y social. El ideal de todos
ellos es hacer tabula rasa y edificar sobre las ruinas un orden nuevo,
definitivo e implacable.
Como Petro es marxista-leninista confeso y de
obediencia cubana, no podemos ignorar que su hoja de ruta es hacer de Colombia
otra Venezuela.
Está muy cerca de lograrlo, porque pronto
llegará la firma del “acuerdo de paz” con el ELN (yo con yo), para poner en
marcha las normas “vinculantes” y obligatorias (es decir, la nueva y verdadera
Constitución), redactadas por el Comité Nacional de Participación, como se
ratificó y convino en el primer punto del acuerdo entre Gobierno y ELN, firmado
el 25 de mayo pasado.
¿Pero Petro se quedará allí?
Desde luego, lo anterior es un imposible
jurídico (deber ser), pero será un hecho cumplido (Realpolitik). Ese
aterrador convenio solo ha tenido la oposición de un puñado de columnistas,
impotentes frente al Gobierno y los líderes políticos “democráticos”, que
callan de manera culpable sobre este mecanismo de destrucción masiva del Estado
de derecho.
A mí no me queda duda de que firmar ese
convenio constituye un gravísimo delito, pero ambas partas signatarias están
acostumbradas a actuar por fuera (y contra) la ley.
¿Y qué? Si la Fiscalía es de ellos. La Comisión
de Acusaciones, también. Los directorios políticos, callados. El Congreso,
pagado. Los medios de comunicación masiva, pautados. Las Fuerzas Armadas,
emasculadas.
La procuradora general es valiente. Pero ¿hasta
dónde puede actuar como solitaria golondrina veraniega?
***
Volvamos atrás para pensar en la respuesta al
interrogante de si a Petro le basta con llevarnos a ser otra Venezuela.
En la toma cubana de Colombia hay varias
líneas. Hasta hace algún tiempo las FARC llevaban la voz cantante. Siguen
siendo muy influyentes y el Gobierno seguirá dialogando (cediendo) ante ellas, pero
la orden al Ejército de atacar las disidencias es tan debilucha como que
equivale a una palmadita en la muñeca (slap on the wrist), mientras al ELN
se le autoriza todo: reclutar menores, cobrar sus “impuestos”, secuestrar, y
redactar, a través del tal Comité Nacional de Participación, la Constitución de
la venidera República Roja.
Por lo anterior no es de extrañar que las FARC
quieran recuperar el protagonismo proponiendo a Petro un mecanismo más expedito
para su Constituyente, como lo ha propuesto Leyva.
En esas condiciones, no queda duda de que,
ahora, el actor principal de la revolución y partner del Gobierno es el
ELN.
***
Conviene entonces considerar cuál es la
verdadera orientación ideológica de Petro y hasta dónde esta coincide con la
del ELN.
Al contrario de los grandes comunismos
iniciales, que eran desarrollistas, el Gobierno de Petro es partidario del
decrecimiento económico, que viene logrando con la demolición de Ecopetrol, el
despilfarro y el desorden fiscal, la política tributaria, las determinaciones
erráticas y cortoplacistas, un personal impreparado e ignorante, todo lo cual
causa desestímulo de la actividad económica y la inversión.
Petro, además, ha dicho y repetido que la
acumulación de capital es la causante de todos los males que ocasionan la
previsible extinción próxima de la humanidad. Como los sistemas de salud,
pensional y sanitario, son acumulaciones de capital, no es de extrañar su
obsesión en acabarlos. Pol-pot, más avanzado en ese mismo orden de ideas,
llevaba su odio a la acumulación de capital hasta el extremo de eliminar la
moneda y ordenar la demolición de las ciudades.
Como el ELN es un movimiento implacable,
radical e irracional, que con su ideología maximalista jamás da tregua o
cuartel, no puede ocultar su parecido con los jemeres rojos en el propósito de
devolver la humanidad a un estado prehistórico, primitivo, de mera naturaleza.
Para estos grupos, el ser humano es un animal
como los demás, sometido al ciclo inexorable —nacimiento, crecimiento,
reproducción y muerte—, para el cual basta con una alimentación elemental. Para
nada se requiere de religión, arte, ideales, literatura, pensamiento, ciencia y
cultura. La medicina, si mucho la de hierbas e infusiones. Nada de exámenes,
farmacopea, cirugía... En esa concepción de la vida sobra la odiosa medicina
moderna y capitalista, bastará entonces con los “médicos” cubanos y los
tratamientos “ancestrales”, acoto, previstos en los proyectos sanitarios del
actual Gobierno.
El indigenista es el único sector donde Petro
todavía, al parecer, es popular y donde encuentra personal para engrosar sus
lánguidas manifestaciones, porque se trata de un movimiento regresivo y
primitivista, negativo de todo cuanto signifique progreso, libertad individual,
de corte pol-potiano sin duda alguna.
En gracia de brevedad no nos ocuparemos del
derecho y la libertad individual, despreciables superestructuras burguesas...
La eliminación de los hidrocarburos, de los
vehículos contaminantes (con excepción de los aviones para quien sabemos) y de
las carreteras para “los ricos” es tan virtuosa como la supresión de la
variedad y buen gusto en los alimentos, lujos innecesarios y superlativos en
una saludable vida primitiva...
De la vivienda como aspiración familiar y
paraíso doméstico ni hablar, porque basta con un jergón en la habitación
colectiva...
Esa radical actitud ante la vida explica tantas
cosas del actual Gobierno, único en el mundo capaz de gozar con el estrecho
abrazo del régimen del vecino país, donde la cuarta parte de la población ha
preferido, equivocadamente, la miseria en el extranjero a la felicidad en su
afortunada tierra.